Desatinos y aciertos en traducciones de la escena enunciativa de Lacan

Resumen

La publicación del primer seminario completo de Lacan, en 1973 en francés y en 1987 en castellano, junto a la promesa de que le seguirían la de la veintena de seminarios por él dictados, despertó un eufórico entusiasmo respecto a la posibilidad releer debidamente sus Escritos, conocidos desde 1966 en francés y desde 1971 en una edición parcial en castellano. Si estos últimos resultaban herméticos por las fórmulas expeditivas y el barroquismo esotérico del estilo, los seminarios venían a entregar buena parte de la ejemplificación clínica, las indicaciones bibliográficas y la expansión de la argumentación que tanto se echaban de menos. La expectativa no estuvo infundada. Hoy, sin embargo, a medio siglo de aquel anuncio prometedor, es ineludible subrayar los impasses semióticos y las tergiversaciones políticas que resultaron al transponer la enseñanza oral de Lacan al soporte escrito.

Los psicoanalistas de habla hispana nos enfrentamos fatal y cotidianamente a los dilemas de leer traducciones. Porque, excepto que nos limitemos a comentarios de segunda mano, es indiscutible que las fuentes y los desarrollos decisivos del primer siglo del psicoanálisis fueron escritos y pronunciados en alemán, inglés y francés. Incluirse en esa saga obliga a aceptar la mediación, eventualmente traicionera (“Traduttore, traditore”), del traductor. No es excepcional que, frente a lo mañoso de ciertas palabras o lo desconcertante de ciertos párrafos, nos sintamos justificados a corregir, a proponer, como traductores aficionados, alternativas para que el texto recobre su sentido original; aunque muchas veces sólo acabamos resguardando nuestras terquedades teóricas y sumando más yerros que aciertos.

A eso se suman las dificultades de cuando la flecha de la traducción corre en sentido inverso, por ser de textos escritos en nuestra lengua. Felizmente, en las últimas décadas vienen despertando creciente interés en los centros más enraizados del psicoanálisis. Cuando me ufano de que tradujeron más de un millar de páginas mías al francés, no escucho más la réplica de que una golondrina no hace verano.

Por último y no menos importante, el empleo generalizado de la tecnología de comunicación virtual, impuesto durante los dos largos años de la pandemia de COVID, dio lugar a un espectacular incremento de reuniones no-presenciales transoceánicas, con participaciones en más de una lengua, que difícilmente vaya a tener marcha atrás. Paradójicamente, el aislamiento con respecto a los vecinos más cercanos fomentó acercamientos a los más remotos y lo que se suponía para un futuro de mediano plazo aconteció de pronto. Las jornadas de trabajo y congresos internacionales dejaron de ser para minorías; sin bombas molotov ni cabildeos furibundos, triunfó una revolución silenciosa gracias a la cual la concurrencia y participación en foros internacionales se volvió masiva, dejaron de ser un monopolio de psicoanalistas políglotas de clase acomodada con recursos para afrontar viajes y estadías en el extranjero.

La fecha de aparición y la temática central del primer número en español del European Journal of Psychoanalysis no pueden ser, entonces, más oportunas. Dentro de la gran panorámica a la que nos llama, me acotaré a una sola cuestión de las traducciones, no por tenerla mejor resuelta sino porque es la que más seguido me embrolla.

 

El micrófono de Lacan

Si se solicitara cifrar en un abstract el meollo de los artículos, adelantaría que: Cuando la transcripción de una exposición oral se publica en la lengua de origen, suele ser recomendable que el editor transponga, de alguna forma, ciertos datos mudos de la escena enunciativa en que tuvo lugar, y cuando se traduzca, ese cuidado deberá ser, por lo general más minucioso. Los casi treinta tomos de los seminarios y otras intervenciones orales de Lacan también lo piden, con la diferencia de que lo recomendable se vuelve indispensable y el tándem transcripción-transposición, ineludible. Muchos dislates han traído, entre los lectores de habla hispana, su incumplimiento. Pero los abstracts más que informar suelen aburrir y confundir: las antelaciones sumarias son comadronas del malentendido. Será mejor entrar por un ejemplo concreto, dejando a la fórmula conclusiva construirse de a poco e ir exponiendo su valor práctico.

Comencemos, entonces, con un pasaje de la sesión del 9 de febrero de 1972 del seminario …o peor, uno que tiene el raro beneficio de no contar con enunciados clínicos o teóricos laboriosos que complicarían en vano nuestra argumentación. Se trata del primer párrafo, que es una humorada para restablecer contacto con su auditorio habitual luego del intervalo de la licencia invernal. El lingüista ruso Roman Jakobson, que en esa fecha se alojaba en la casa de campo de Lacan, habría dicho que es un párrafo monopolizado por el anhelo de conexión de la función “fática” del lenguaje. ¿El oscuro esotérico Lacan atento a permear un buen canal de comunicación? ¡Desde luego! El caso mejor documentado de ese hábito se encuentra en los primeros minutos del video de su conferencia en la Universidad Católica de Lovaina del 13 de octubre de 1972, el mismo año del párrafo en que nos detendremos. Como puede verse, (Lacan, “Conferencia em Louvain” Video),  él se detiene unos segundos en el umbral del ingreso al salón para dedicar una amplia sonrisa al auditorio y, después saluda con la mano al llegar a la mesa, se dedica a hacer una prueba de sonido, a verificar si la última fila lo escucha bien, como no es así, resigna la elegancia y se reacomoda el corbatón que interfería, cubriendo el micrófono que le habían colgado al cuello. Y antes de arrancar plenamente lo que se entiende por el “comienzo” de la conferencia, hace una ironía que, no lo ignoraba, cabía ser aplicarla a los gestos que acaba de realizar: pronuncia jocosamente la palabra comunicación, burlándose de los ilusos empeñosos por alcanzarla.

 

 

 

 

 

 

 

 

Recordemos, ahora sí, el comienzo de esa sesión de …o peor:

Ustedes adoran las conferencias; por eso, mediante un papelito que le alcancé hacia las diez y cuarto, rogué anoche a mi amigo Roman Jakobson, de quien esperaba que estuviese aquí presente, que les diera la conferencia que no les dio ayer debido a que, tras habérsela  anunciado–quiero decir, haber escrito en el pizarrón algo equivalente a lo que acabo de hacer aquí–, creyó que debía quedarse en lo que denominó generalidades, pensando sin duda que eso es lo que ustedes preferían escuchar, es decir, una conferencia. (Lacan, “O peor” 79)

 

De la transcripción a la transposición

Seguramente el público lo escuchó sonriendo y entendió sin el menor esfuerzo; a los lectores, en cambio, nos deja algo extraviados, sin una clara idea de qué habla Lacan. Es como si, al pasar a la escritura, el propósito fático original se enrareciera y, en vez de una impresión de acceso, dominara la de obstáculo.

Algunos objetarán que este pasaje les resulta transparente como el cristal, pero tengan paciencia. Precisemos, ante todo, que esta cita es de la traducción oficial, basada en la edición oficial francesa de los seminarios, mejor conocido como “el Establecimiento”. Como es bien sabido, desde 1953, Lacan contrató a estenotipistas para que registraran todo lo que decía en los seminarios, sin cortes ni correcciones, y el Establecimiento, con toda razón, no se ha limitado a publicar exactamente la estenotipia, es decir las páginas de las transcripciones entregadas por las estenotipistas, sino que las fue ajustado para una mejor lectura. En esas transcripciones originales aparecen errores de registro, como faltas ortográficas en los nombres propios, e incluye pifies orales de Lacan, como los debidos a muletillas de la dicción, que debían corregirse o despejarse. Aunque se han criticado, con toda razón, numerosas intervenciones del Establecimiento[1] nadie pretende que se ate las manos. El dilema en que me quiero detenerme se debe precisamente el de los problemas que surge cuando los lectores, y tanto más de las traducciones, enfrentamos páginas que se limitan a reproducir intacta, o casi intacta, la transcripción de la estenotipia. Es una contención frecuente en el Establecimiento, pero también en versiones no oficiales que circulan de los seminarios de Lacan.

Si observamos la página de la estenotipia de nuestro párrafo, notamos una intervención mínima, apenas cambios de puntuación:

(O peor, estenotipia)

Es como si el pasaje de lo oral a lo escrito pudiera alcanzarse con una transcripción maquinal, obedeciendo solamente de la regla no intervención que rige la tarea del estenotipista. Pero eso muy excepcionalmente alcanza. Precisamente Jakobson advirtió que las mudanzas de una dimensión a otra, como la de lo oral a lo escrito, exigen requerimientos comparables a cuando se traduce poesía. Son los requerimientos de la tarea habitualmente llamada transposición. En “Acerca de aspectos lingüísticos de la traducción” se subraya la condición creativa, vale decir intervencionista de la transposición:

El juego de palabras, o para usar un término más erudito y quizás más preciso, la paronomasia, reina sobre el arte poético, y ya sea su regla absoluta o limitada, la poesía es por definición  intraducible. Sólo es posible la transposición creativa: ya sea la transposición intralingüística – de una forma poética a otra-, ya sea la transposición interlingüística -de una lengua a otra- o,    por último, la transposición intersemiótica -de un sistema de signos a otro (del arte verbal a la música, la danza, el cine o la pintura). (Jakobson 434)

No es para sorprenderse, entonces, que la lectura del comienzo del 9 de febrero de 1972 deje con el ceño fruncido, a pesar de la llaneza de su estilo y de sus enunciados. Es que la mera transcripción de la oralidad siempre resonará falsa para los lectores, y nos hizo falta llegar a Lacan para verificarlo; baste recordar la decepción sentida al leer lecciones desgrabadas y no corregidas de nuestros profesores. Lecciones que, en su momento, habíamos escuchado con gusto y experimentado como muy bien dichas, impresas en el papel se había vuelto torpes y medio ilegibles, cuando no ridículas. La oralidad transcripta resulta desvaída y frecuentemente impenetrable. Urge corregirla, no para que diga otra cosa más acertada, sino para intentar restaurar lo que se dijo: transponerla con la esperanza de recomponer lo caído en el paso de una a otra dimensión semiótica. No alcanza con transcribir la oralidad, hace falta transponerla a las coordenadas de lo escrito, dar a conocer ciertas coordenadas presentes en la escena oral que la transcripción pasa necesariamente por alto. Sin más espera, veamos cómo ese fracaso sucede en el pasaje del 9 de febrero, y por qué debía fracasar ineludiblemente ante sus dos obstáculos infranqueables: las marcas extra-verbales de las locuciones irónicas y la identidad borrosa de los shifters.

 

Voces de la ironía

Lacan acostumbraba ser bastante irónico en los seminarios. Si no reímos seguido al leerlos, posiblemente estemos tomando literalmente una exageración, una tergiversación deliberada, un sarcasmo. En los escritos eso reaparece con igual frecuencia y mayor complicación, es uno de los atributos que torna desconcertante su estilo.

La ironía puede ser tan difícil de identificar como de emplear, reclama conocer a quién nos habla y a quién uno se dirige, es una marcha por el filo de lo legible y lo ilegible, de lo socialmente bienvenido y de lo expulsivo. El que comete la ingenuidad de no reconocer una ironía y confiar en la franqueza de sus enunciados, arriesga ser segregado por los otros, por el círculo de privilegiados que hacen gala de rapidez para identificar los dobles sentidos de un maestro, de una clase social, de una institución. Pero quien se pronuncia irónicamente no siempre acaba siendo el que se beneficia luciendo ingenio o poniendo a prueba a los demás, por hacerlo puede terminar castigado (quien comete la temeridad de dejar en ridículo al amo, será proscripto; quien se atreva a una arrojar una ironía muy impiadosa al subalterno, será impugnado) o puede acabar como el burlador burlado (quien pronuncia una ironía es porque la cree ingeniosa, pero a los otros puede resultarle insípida, vanidosa, idiota). Ahora bien, en la vida social no hay nada más cambiante y efímero que la distinción entre lo respetable y lo guarango, la provocación física amistosa y el abuso, la ofensa chistosa y el maltrato. El desprecio irónico que, en la pendenciera década de 1970, podía hacer Lacan a su público de paladar negro, afirmando que eran unos tontos en busca de conferencias escolares, hoy será imposible de tolerar por lectores políticamente correctos o inspectores de presuntos exabruptos patriarcales. La ironía es una flor que muta monstruosamente cuando la distancia histórica o lingüística la aleja del invernadero natal.

Incluso en su hábitat, en el momento de su aparición, el orador irónico realiza finas pruebas de sonido para evitar sus efectos indeseables, toma la cautela de avisar sutilmente que no habla en serio, para salvar a la mayoría del error. Hay diversas marcas, desde la clásica guiñada de ojo a un cambio postula o de tono, como cuando Lacan ahuecó la voz en Lovania para reírse de “la comunicación”. El drama de las estenotipias de los seminarios es el de no tener a su alcance, no tener permitido, registrar la gestualidad extraverbal ni la prosodia, ni siquiera pueden atreverse a poner palabras entre comillas o cerrar párrafos con puntos suspensivos. Tampoco anotar si el público festeja con risas o abuchea una ocurrencia.

Se objetará que en el ejemplo de “Ustedes adoran las conferencias” son casi nulas las posibilidades de que esa afirmación no sea leída como una provocación amistosa para reabrir chistosamente el canal de intercambios. Que a sus lectores actuales de la traducción no se les puede escapar que Lacan está restringiendo el término conferencia a la significación de exposición aburrida y pedante, como suelen ser ciertas conferencias magistrales universitarias. Además, en el párrafo siguiente se reafirma la impresión de que Lacan no las considera “adorables” (“Conferencias, yo no doy. Como dije en otro lado muy seriamente, yo me divierto. Diversiones serias o graciosas.”). Tampoco se les escapará que fue una ironía pasajera: el término conferencia de ninguna manera queda, por eso, acuñado en el Index lacaniano de palabras malditas, como a partir de cierto momento lo fueron comprensión o intersubjetividad. Así, un poco más delante, Lacan puede referirse a las exposiciones académicas de generalidades sin el menor ensañamiento: “En este aspecto justamente fue importante que Jakobson [en sus lecciones de las últimas semanas en el College de France] les aportara esa generalidad de que la gramática también forma parte de la significación, y de que no por nada se la emplea en la poesía” (Lacan, “O peor” 84).

Ninguna ironía, está mencionando elogiosamente a un tópico programático de Jakobson, desde que publicara “Poesía de la gramática y Gramática de la poesía” en 1960.

Aún así, como Lacan fue un orador particularmente histriónico, es improbable que haya dicho “Ustedes adoran las conferencias” sin ningún guiño cómplice, como muestra de alianza con el público que retomaba el seminario, por más que simulaba tratara de imbécil.

¿Fue indolente a la transposición del Establecimiento por no haber añadido de puntos suspensivos o no haber encerrado adoran conferencias entre comillas? Puede que no, estaríamos ante una humorada tan evidente, que sería injusto reprocharlo. Sin embargo, es indiscutible que esa discreción es dominante en el Establecimiento y, en muchas oportunidades, la falta transposición de ironías produjo sinnúmero de lecturas grotescas, que piadosamente prefiero no ejemplificar. Por eso, frente a lo mañoso de ciertas palabras o lo desconcertante de ciertos párrafos del Lacan oral, es aconsejable consultar transposiciones alternativas de asistentes a los seminarios que, como la ofrecida por Patrick Valas[2] anotan sistemáticamente las reacciones del público, señalan acentos de la gestualidad y cambios prosódicos de la voz con itálicas, anotan silencios con puntos suspensivos y el ritmo del fraseo con saltos de línea: el seminario escrito en versos.

(O peor, versión P. Valas 179)

Pero si la ausencia de marcas de la ironía en el Establecimiento del arranque del 9 de febrero de 1972 y de otros fragmentos puede dispensarse, es en cambio indefendible su displicencia, que arroja a los lectores en devaneos innecesarios y riesgosos, por no tomarse el trabajo de explicitar la identidad de los shifters. Y debido a que la aparición de shifters es incesante –en vez de episódica como en la ironía–, se ha convertido en la fuente principal de malentendidos estériles, contando a los traductores entre sus víctimas más puestas en evidencia.

Cuando leemos: “haber escrito en el pizarrón algo equivalente a lo que acabo de hacer aquí”, ¿a qué refieren el pronombre personal lo y el adverbio demostrativo aquí? Para los asistentes a aquella sesión, la respuesta era obvia. Aunque no por lo que habían escuchado sino por lo que habían visto. Los lectores, en cambio, estamos frente a un acertijo insoluble, pues el Establecimiento ofrece únicamente la transcripción de lo escuchado. Faltó un esfuerzo de transposición capaz de recrear lo que estaba a la vista. En vano buscamos la respuesta en las páginas que siguen, no ofrecen ninguna pista. Lacan, se sabe, era poco amigo de la redundancia, se desentendía de volver a decir lo mismo de varias maneras. Fruncimos el ceño y envidiamos a los que estuvieron el 9 de febrero de 1972.

Por suerte contamos, incluso desde antes de la publicación del Establecimiento de …o peor, transposiciones más re-creativas que permiten traducciones más acertadas. Fueron hechas, no podría ser de otra manera, apelando a las notas y buena memoria de los testigos y, aunque cueste creerlo, gracias a indicaciones dejadas por Lacan que, por cierto, previó el engorro de los shifters si sólo quedaba el archivo de las estenotipias. ¿O hay una teoría de la transmisión que justifique una discrepancia abismal entre la casta de los testigos de los seminarios y la de los lectores?

 

Los shifters se descifran en los ojos del oyente

Releamos el fragmento escogido:

Ustedes adoran las conferencias; por eso, mediante un papelito que le alcancé hacia las diez y cuarto, rogué anoche a mi amigo Roman Jakobson, de quien esperaba que estuviese aquí presente, que les diera la conferencia que no les dio ayer debido a que, tras habérsela anunciado–quiero decir, haber escrito en el pizarrón algo equivalente a lo que acabo de hacer aquí–, creyó  que debía quedarse en lo que denominó generalidades, pensando sin duda que eso es lo que ustedes preferían escuchar, es decir, una conferencia. (79)

A diferencia de pizarrón o escribir, los shifters son piezas gramaticales que dependen plenamente de la escenografía del teatro de la enunciación. Por cierto, no hace ninguna falta haber estado en el salón de …o peor, o contar con videos o fotografías del comienzo de la sesión del 9 de febrero, para adivinar que el yo que conjuga el acabo de hacer es Jacques Lacan. Tampoco se trata de que rehuyamos del dictum lacaniano que quiere “llevar al lector a una consecuencia en la que le sea preciso poner su parte” (Obertura de esta recopilación 22). Sin embargo, es incontestable que los que no estuvimos allí –igualmente para un ciego que sí estuvo– no hay esfuerzo que valga, jamás acertaríamos a hacer una glosa como esta:

Jakobson creyó que mejor debía quedarse en lo que denominó generalidades tras haber anotado, para la conferencia que vendría a darles, un poema bien específico escrito en caracteres cirílicos, algo equivalente a estas líneas que les acabo de escribir en caracteres chinos en el pizarrón. (79)

Afortunadamente, Lacan estaba advertido de las insuficiencias de las transcripciones que le entregaban las estenotipistas, por eso solía tomarse el trabajo de bocetar, en la portada en blanco, los contenidos de la pizarra de algunas sesiones, como la que nos ocupa:

(O peor, estenotipia 1)

Las dos columnas de garabatos que se ven en el cuarto inferior derecho, es una anotación veloz de dos tiras de caracteres chinos que los testigos vieron escribir a Lacan antes de abrir la boca. Y en la parte superior, vemos repartidas, también en dos columnas, cuatro líneas mecanografiadas en francés: son la traducción de lo escrito en chino: “Yo te demando / que me rechaces / lo que te ofrezco // porque no es eso”, parecen estar escritas por la estenotipista que esta vez, excepcionalmente, copió algo del pizarrón.

Desde mediados de la década de 1980, se supo de la existencia de numerosas indicaciones como esas agregadas por Lacan: reproducciones de la pizarra, notas en los márgenes, subrayados y correcciones puntuales. Buena parte de los lectores de las traducciones al español de los seminarios y otras presentaciones orales de Lacan descubrimos, por primera vez, su considerable importancia gracias a la temprana traducción de Ricardo Rodríguez Ponte de la conferencia “Lo simbólico, lo imaginario y lo real” del 8 de julio de 1953. En las últimas páginas de su transcripción, se leen varias tiras de letras que eran dificultosas de seguir, por más que allí Lacan explicitara que estaba dibujando una tríada y sus nodos. Y no era un pasaje menor, sino el plato más fuerte de aquella conferencia. Pero al llegar al Anexo, nos esperaba una luz deslumbradora, allí Rodríguez Ponte había reproducido las indicaciones de Lacan de cómo dibujar ese esquema y en qué orden recorrerlo y, como si fuera poco, añadió la versión de ese mismo esquema desarrollado más prolija e intuitivamente, fotograma por fotograma, encontrado en un artículo de Jean-Pierre Dreyfuss de 1987 (13):

 

Lo que los traductores no pueden ver

Mucho después, en 2005, se publicó el Establecimiento de esta conferencia sin incluir, como cabía esperar, ilustraciones –su traducción, necesariamente, debió mantener la omisión (Lacan, Jacques [8-vii-1953], “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, trad. N. González). Pero mientras que en el Establecimiento esas omisiones son resultado de una elección, de una política de transmisión, no lo son para los lectores de cualquier lengua, incluso la francesa, que no hayamos asistimos a los seminarios. Esa limitación se manifestó amargamente en la traducción que intentó Rodríguez Ponte de nuestro párrafo del 9 de febrero. Aunque contaba con las estenotipias de los seminarios –que comenzaron a circular en fotocopias y, desde la década de 1990,[3] fueron accesibles en internet– él no podía adivinar que, lo que parecían unos garabatos inservibles, era la anotación rápida de Lacan de su caligrafía china, por eso, en el momento de mostrar lo agregado en la estenotipia, borró prolijamente lo que parecía estar de sobra…

 

Transposiciones de la caligrafía china de Lacan

Agreguemos, a modo de cierre,[4] los enredos que hubo cuando, un tiempo después de esa traducción de Rodriguez Ponte, las transposiciones francesas más atentas rescataron una reproducción de lo que Lacan había escrito en chino, dichosamente dieron con la libreta de un asistente que había copiado todo lo que estaba en el pizarrón:

A izquierda tenemos la transposición Valas que de eso sacó P. Valas; a su lado, la transposición ALI. Lamentablemente el pizarrón no fue fotografiado (no había teléfonos inteligentes a mano en 1972), de manera que nunca se recuperará la caligrafía exacta de Lacan, lo cual es una pérdida pues permitiría ver cómo modulaba el “Yo te demando que me rechaces lo que te ofrezco porque no es eso”, porque cada caligrafía de un mismo texto es única. En la sesión del 12 de mayo de 1971, a propósito de muestras de escritura japonesa, había hablado de “el matrimonio de la pintura y la letra bajo la forma de la caligrafía.” (Lacan, “De un discurso111)

Por otra parte, como el copista del pizarrón no sabía chino y ni siquiera cómo recorrer las páginas de las revistas manga (no estaban de moda en 1972), cometió un error que comprometió a las transposiciones. Recordemos que, en el apunte veloz de Lacan, su caligrafía aparece dispuesta en dos columnas, al verlas, el copista las reunió en una larga tira poniendo una encima de la otra, comenzando por la de su izquierda, tal como debe hacerse cuando se lee en francés y en el resto de las lenguas europeas, pero al revés de lo que debe hacerse en chino o japonés… Los asistentes al seminario recordaban bien que lo que estaba en chino Lacan lo había traducido al francés; sin embargo, cuando intentaba traducirse lo que estaba en la libreta del copista, daban resultados disonantes.

La superación del escollo debió esperar a  un minucioso artículo de Guy Flecher de 2006. Al mostrar cómo reacomodar esa copia debidamente, la traducción coincidió fácilmente con la dejada por Lacan; así sus prevenciones mostraron, otra vez, cuánta ayuda prestan a la transposición y, por añadidura, a la traducción del marco enunciativo de su enseñanza oral.

Obras citadas:

Dreyfuss, Jean-Pierre. “Une ouverture que rien ne laissait prévoir”, en Littoral nº22, , Avril 1987. También en: http://www.epeledition.com/fichiers/telecharger/Littoral22.pdf

 

Flésher, Guy. “Du chinois aux noeuds”, 2006, http://www.lacanchine.com/FG01.html

 

Jakobson, Roman.“On Linguistic Aspects of Translation”, 1959, en Language in Literature, ed. Krystyna Pomorska and Stephen Rudy, The Belknap Press of Harvard University Press, 1987.

 

Lacan, Jacques. “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, trad. Ricardo Rodríguez Ponte, 1953, S/F.

—.“Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, 1953, trad. Nora González, en De los Nombres del Padre, Paidós, 2005.

—. “Obertura de esta recopilación, en Escritos 1, ed. revisada, 1966, Siglo XXI, 2008.

—. El Seminario 18: De un discurso que no fuera del semblante, 1970-1971, Paidós, 2009.

—. El Seminario 19: …o peor, 1971-1972, Paidós, 2012.

—. El Seminario 19: …o peor, estenotipia https://ecole-lacanienne.net/wp-content/uploads/2016/04/1972.02.09.pdf

—. El Seminario 19: …o peor, versión, 1971-1972, P. Valas, http://www.valas.fr/IMG/pdf/s19.ou_pire.pdf

—. “Conferencia em Louvain”, 1972, video: https://www.youtube.com/watch?v=njA-1a4N_iw&ab_channel=Semin%C3%A1riosdeLacan

https://www.lacanterafreudiana.com.ar/2.5.1.4%20%20%20LO%20SIMB,%20LO%20IMAG%20Y%20LO%20REAL,%201953..pdf

 

Notas al final:

[1] La crítica más resonante apareció, en 1991, en el libro colectivo Le transfert dans tous ses errata suivi de Pour une transcription critique des séminaires de Jacques Lacan. Señaló una cantidad tal de desaciertos, en el Establecimiento del seminario La transferencia, que la editorial Seuil debío retirarlo del mercado y la traducción al español, casi lista para la imprenta, fue desechada. Ver http://www.epel-edition.com/publication/74/le-transfert-dans-tous-ses-errata.html

 

[2] Patrick Valas reunió sus versiones de los seminarios de Lacan en http://www.valas.fr/?lang=fr. El seminario …ou pire se encuentra en http://www.valas.fr/IMG/pdf/s19.ou_pire.pdf

 

[3] Aparecieron en https://ecole-lacanienne.net/es/bibliolacan/seminaires-version-j-l-et-non-j-l-2/

 

[4] Podrán encontrarse comentarios próximos a los que siguen y otros de mucho interés, a propósito de la sesión del 9 de febrero de 1972, en el capítulo 6 de Melenotte, George-Henri, L’instance de la lettre chez Lacan. Le tournant de 1971, Paris, Epel, 2021.

Biografía:

Jorge Baños Orellana practica el psicoanálisis en la ciudad de Buenos Aires desde 1980, es miembro de la École Lacanienne de Psychanalyse, autor de numerosos artículos en publicaciones nacionales e internacionales y de los libros El idioma de los lacanianos (Atuel, Bs. As. 1995 / Epel, París, 1999), El escritorio de Lacan (Oficio Analítico, Bs. As., 1999 / Epel, París, 2002), y La novela de Lacan (El cuenco de plata, Bs. As. 2013 / Epel, Paris, 2019). Dirige el grupo de investigación Lecturas cronológicas de Lacan desde 2004.

Fecha de publicación:

6 de febrero, 2023

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European Journal of Psychoanalysis