Freud en castellano
Resumen
El escrito trata sobre las características que -según el autor a partir de su experiencia en la edición de los manuscritos de Freud- debería tener una nueva edición de la obra de Freud en idioma castellano. El problema abordado se centra principalmente en el problema de traducción de la “lengua freudiana”, partiendo de las traducciones existentes hasta ahora y replanteando la lógica donde debería apoyarse un nuevo trabajo de traducción.
La historia es bastante conocida: Freud se ocupó bastante de que sus escritos fueran traducidos a la mayor cantidad de idiomas posibles. Incluso -tal vez en un exceso de confianza de su parte respecto a los efectos de su obra- no le inquietaba demasiado el resultado final de la tarea de los diversos y a veces para él desconocidos traductores. Lo importante para Freud era que se tradujeran, que el psicoanálisis llegara a la mayor cantidad de personas posible, que se expandiera, seguramente porque pensaba que eso aseguraría su supervivencia. De algún modo, que en ese proceso se produjera el importante acontecimiento de que la primera traducción como “Obra completa” se realizara en castellano, hizo que el tiempo le diera la razón. Sin duda, es en los países de habla hispana donde el psicoanálisis más se ha extendido, y además ha echado raíces profundas en la cultura y en sus diversas clases sociales, en los ámbitos públicos y privados, en los medios de comunicación y las universidades. En nuestra cultura hispanohablante pululan las escuelas de psicoanálisis, los grupos de estudio, jornadas de trabajo, congresos y publicaciones de diversa índole y formato. En cada uno de esos lugares, sin importar la orientación teórica que las guíe, se cita la obra de Freud traducida al castellano, se repiten sus frases, se las discute, se las interpreta y critica.
Pero a pesar de esta expansión sorprendente, y que esas traducciones de la obra de Freud al castellano también tuvieran sus vicisitudes -como lo señala Carlos Escars en su texto,[1] casi 100 años después, todavía queda la tarea de pensar qué efectos tuvieron los trabajos de Ballesteros y Etcheverry[2] en la formación, transmisión y desarrollo del psicoanálisis en nuestro idioma. No es tarea sencilla, ya que para llevarla a cabo se precisaría tener en cuenta algunas cuestiones. En primer lugar, el tema necesitaría interesados, cosa que parece una obviedad, pero no lo es tanto en estos tiempos donde ha calado hondo la cuestión de que Freud ya fue superado, es de otra época, es patriarcal, poco científico, etc., etc. Siempre me llamó la atención que quienes hacen esas críticas no se preguntaran si su cuestionamiento no tiene que ver con una escasa lectura; pero también creo que hay que preguntarse en qué porcentaje esas repetidas críticas son efectos, entre otras cosas, también de las traducciones que circulan. ¿Cómo se arraigó tanto esta idea evolutiva del psicoanálisis, donde los practicantes nóveles están más interesados en leer sobre el ultimísimo Lacan antes que el primerísimo Freud? ¿Cuánto de este arraigo tiene que ver con cómo se tradujo a Freud? Seguramente no será la única causa, en tiempos donde el tecno-capitalismo nos deja obsoletas muchas cosas que nos rodean, pero por lo menos debemos trabajar en la parte que nos toca en el asunto. Porque en el proceso que se da entre lo que Freud escribió, lo que el traductor leyó, entendió y luego tradujo, otro volvió a leer y a transmitir, y otros entonces se formaron, se produce algo inevitable, que es un efecto de pérdida y alteración. Así lo dice el mismo Freud en “Análisis finito e infinito” cuando nos habla de ese concepto tan importante y tan poco trabajado en sus fundamentos y consecuencias: la ichveranderung. Dice Freud:
De uno de esos mecanismos, la represión, ha partido el estudio de los procesos neuróticos en general. Nunca se dudó de que la represión no es el único procedimiento de que dispone el yo para sus propósitos. Empero, es algo particularísimo, separado de los otros mecanismos de manera más tajante que estos entre sí. Querría poner en claro su relación con ellos por medio de una comparación, pero bien sé que en estos campos las comparaciones no nos llevan muy lejos. Piénsese pues, en los posibles destinos de un libro en la época en que todavía no se hacían ediciones impresas, sino que se los copiaba uno por uno; y que uno de estos libros contuviera referencias que en épocas posteriores se consideraron indeseadas -tal como, según Robert Eisler (1929), los escritos de Flavio Josefo debieron de contener pasajes sobre Jesucristo chocantes para la posterior cristiandad-. La censura oficial de nuestros días no emplearía otro mecanismo de defensa que la confiscación y destrucción de cada ejemplar de la edición entera. En aquella época se utilizaban métodos diversos para volver inocuo el libro. O bien los pasajes ofensivos se tachaban con un trazo grueso, de suerte que se volvían ilegibles, y, si después no se los reescribía el siguiente copista del libro brindaba un texto irreprochable, pero lagunoso en algunos pasajes y quizás ininteligible. O bien, no conformes con ello, querían evitar también el indicio de la mutilación del texto; se procedía entonces a desfigurar el texto. Se omitían algunas palabras o se las sustituía por otras, se interpolaban frases nuevas; lo mejor era suprimir todo el pasaje e insertar en su lugar otro, que quería decir exactamente lo contrario. El copista siguiente del libro podía producir entonces un texto que no provocaba sospechas, pero que estaba falsificado; ya no contenía lo que el autor había querido comunicar, y muy probablemente las correcciones introducidas no se orientaban en el sentido de la verdad. Si no se establece la comparación en términos demasiado estrictos, se puede decir que la represión es a los otros métodos de defensa como la omisión a la desfiguración del texto, y en las diversas formas de esta falsificación puede uno hallar analogías para las múltiples variedades de la alteración del yo. Alguien podría objetar que esta comparación falla en un punto esencial, pues la desfiguración del texto es obra de una censura tendenciosa, de la que el desarrollo yoico no muestra ningún correspondiente; pero no hay tal, pues esa tendencia está subrogada en vasta medida por la compulsión del principio de placer. El aparato psíquico no tolera el displacer, tiene que defenderse de él a cualquier precio, y si la percepción de la realidad trae displacer, ella -o sea, la percepción- tiene que ser sacrificada.
Von einem dieser Mechanismen, von der Verdrängung, hat das Studium der neurotischen Vorgänge überhaupt seinen Ausgang genommen. Es war nie ein Zweifel daran, daß die Verdrängung nicht das einzige Verfahren ist, das dem Ich für seine Absichten zu Gebote steht. Immerhin ist sie etwas ganz Besonderes, das von den anderen Mechanismen schärfer geschieden ist als diese untereinander. Ich möchte ihr Verhältnis zu diesen anderen durch einen Vergleich deutlich machen, weiß aber, daß in diesen Gebieten Vergleichungen nie weit tragen. Man denke also an die möglichen Schicksale eines Buches zur Zeit, als Bücher noch nicht in Auflagen gedruckt, sondern einzeln geschrieben wurden. Ein solches Buch enthalte Angaben, die in späteren Zeiten als unerwünscht betrachtet werden. Etwa wie nach Robert Eisler die Schriften des Flavius Josephus Stellen über Jesus Christus enthalten haben müssen, an denen die spätere Christenheit Anstoß nahm. Die amtliche Zensur würde in der Jetztzeit keinen anderen Abwehrmechanismus anwenden als die Konfiskation und Vernichtung jedes Exemplars der ganzen Auflage. Damals wandte man verschiedene Methoden zur Unschädlichmachung an. Entweder die anstößigen Stellen wurden dick durchgestrichen, so daß sie unleserlich waren; sie konnten dann auch nicht abgeschrieben werden, und der nächste Kopist des Buches lieferte einen tadellosen Text, aber an einigen Stellen lückenhaft und vielleicht dort unverständlich. Oder man begnügte sich nicht damit, wollte auch den Hinweis auf die Verstümmelung des Textes vermeiden; man ging also dazu über, den Text zu entstellen. Man ließ einzelne Worte aus oder ersetzte sie durch andere, man schaltete neue Sätze ein; am besten strich man die ganze Stelle heraus und fügte an ihrer Statt eine andere ein, die das genaue Gegenteil besagte. Der nächste Abschreiber des Buches konnte dann einen unverdächtigen Text herstellen, der aber verfälscht war; er enthielt nicht mehr, was der Autor hatte mitteilen wollen, und sehr wahrscheinlich war er nicht zur Wahrheit korrigiert worden. Wenn man den Vergleich nicht allzu strenge durchführt, kann man sagen, die Verdrängung verhält sich zu den anderen Abwehrmethoden wie die Auslassung zur Textentstellung, und in den verschiedenen Formen dieser Verfälschung kann man die Analogien zur Mannigfaltigkeit der Ichveränderung finden. Man kann den Einwand versuchen, dieser Vergleich gleite in einem wesentlichen Punkte ab, denn die Textentstellung ist das Werk einer tendenziösen Zensur, zu der die Ichentwicklung kein Gegenstück zeigt. Aber dem ist nicht so, denn diese Tendenz wird durch den Zwang des Lustprinzips weitgehend vertreten. Der psychische Apparat verträgt die Unlust nicht, er muß sich ihrer um jeden Preis erwehren, und wenn die Wahrnehmung der Realität Unlust bringt, muß sie – die Wahrheit also – geopfert werden. (G.W., XVI. p.81/A.E., XVIII, p.238)
Sin duda alguna, la cita nos sirve para pensar que toda traducción produce una alteración del texto. Una alteración (o modificación, que es otro modo de entender la Verӓnderung) inevitable.
La otra cuestión que se precisaría es la de pensar en la edición de la obra de Freud, pero eso lo dejaremos para después. Ahora detengámonos un momento en el problema de la traducción y sus efectos en la transmisión.
Las traducciones
Es importante, antes de empezar, aclarar que soy psicoanalista, no traductor. Eso no me impide interesarme sobre el tema, investigar, estudiar y arriesgar una opinión, que también se desprende de la tarea que vengo desarrollando junto a J.C. Cosentino en la edición de los manuscritos de Freud. Ahora bien, para comenzar este apartado voy a centrarme en el caso de la traducción de Etcheverry publicada por Editorial Amorrortu. No me voy a explayar al uso de ciertos términos que eligió a la hora de traducir, ya que el lector puede encontrar en el texto de C. Escars publicado en esta misma revista un tratamiento del tema. Solo puedo agregar que en esas elecciones de vocablos provenientes de un castellano en desuso y poco coloquial -este punto es importante ya que tiene que ver con no respetar el estilo de Freud- podemos encontrar una lista bastante grande de palabras y expresiones, como por ejemplo: domeñamiento, miramiento por el principio de placer, agencia representante de pulsión, proferencia, prohibido de antiguo, con arreglo a fines, endicar, obsta, cimero, aquiescencia, etc, etc, etc. Son elecciones de palabras que realiza el traductor que a veces nos detienen y nos apartan del hilo de la frase. Recordemos que Borges -a quien en este trabajo nombraré bastante- decía que, al escribir, la elección de las palabras no debería obstaculizar ni distraer al lector. Hay que dejar en claro, por supuesto, que tampoco se trataría en una traducción de “modernizar” el lenguaje de Freud, sino de no hacer ríspida su lectura, o por lo menos no más de lo que ya es en sí.
Más importante aún es el problema de la traducción de algunos conceptos. Basta recordar el embrollo que resulta del problema de que el idioma alemán cuenta con dos términos que en castellano nos es difícil traducir: Realitӓt y Wirklichkeit, traducidos por Etcheverry como realidad objetiva y realidad efectiva respectivamente, y que todavía tiene por efecto varias confusiones al leer a Freud. O el que muestra el modo en que traduce Abwendung y Entfremdung,[3] y hace decir a Freud que la niña se extraña de su madre, entre otros desatinos.
Los ejemplos son múltiples. Me permito aquí traer, para mostrar aunque sea uno de ellos, un señalamiento que realiza J.C. Cosentino en su edición de Más allá del principio de placer, cuando toma un término muy importante del capítulo 1 del texto de Freud. Ahí Freud comienza el párrafo 7 diciendo:
(7) Es ist indes unzweifelhaft, daß die Ablösung des Lustprinzips durch das Realitätsprinzip nur für einen geringen und nicht für den intensivsten Teil der Unlusterfahrungen verantwortlich gemacht werden kann. Eine andere, nicht weniger gesetzmäßige Quelle der Unlustentbindung ergibt sich aus den Konflikten und Spaltungen im seelischen Apparat, während das Ich seine Entwicklung zu höher zusammengesetzten Organisationen durchmacht. Fast alle Energie, die den Apparat erfüllt, stammt aus den mitgebrachten Triebregungen, aber diese werden nicht alle zu den gleichen Entwicklungsphasen zugelassen. (Más allá del principio de placer 407)
Etcheverry traduce:
(7) Es indudable, no obstante, que el relevo del principio de placer por el principio de realidad puede ser responsabilizado sólo de una, pequeña parte, y no la más intensa, de las experiencias de displacer. Otra fuente del desprendimiento de displacer, no menos sujeta a ley, surge de los conflictos y escisiones producidos en el aparato anímico mientras el yo recorre su desarrollo hacia organizaciones de superior complejidad. Casi toda la energía que llena al aparato proviene de las mociones pulsionales congénitas, pero no se las admite a todas en una misma fase del desarrollo. (A.E., XVIII, 10)
La edición de J.C. Cosentino:
(7) Es, sin embargo, indudable que el relevo del principio de placer por el principio de realidad sólo puede ser responsabilizado por una parte reducida, y no la más intensa, de las experiencias de displacer. Otra fuente de libramiento de displacer no menos acorde a la regla resulta de los conflictos y escisiones en el aparato anímico mientras el yo atraviesa su desarrollo hacia organizaciones de composición más elevada. Casi toda la energía que colma el aparato proviene de impulsos pulsionales que trae consigo pero no a todos se los acepta en las mismas fases de desarrollo. (Freud, “Más allá del principio de placer” 407)
Entonces, Cosentino nos explica:
Hemos vertido mitgebrachte Triebregungen por “impulsos pulsionales que [el aparato] trae consigo”, lo cual requiere una aclaración. Etcheverry traduce mitgebracht, aquí y en numerosos lugares de la obra freudiana, por “congénito”. También da esa opción para otros varios términos alemanes, pero no nos ocuparemos aquí de ellos. Parece una decisión con importantes consecuencias. “Congénito” no es un término coloquial, sino que es una palabra que está asociada a la terminología médica y a una concepción biológica que pone énfasis en lo innato. Ahora bien, mitgebracht sí es coloquial. Es, en verdad, el participio pasado del verbo mitbringen -literalmente “traer con”- que significa aportar, traer consigo algo cuando uno llega a algún lado (por ejemplo, cada cónyuge, cuando llega al matrimonio, aporta bienes “propios”). Evidentemente, cuando uno llega al mundo trae algo propio consigo, y es probable que Freud se esté refiriendo a eso: lo congénito -cuando usa mitgebracht– es “lo que viene con uno” al nacer (en ocasiones utiliza mitgeboren, que describe eso más literalmente). Ahora bien, es posible detectar que, en textos en los que quiere expresarse técnicamente, aquellos en los que habla en “lenguaje médico”, Freud no utiliza mitgebracht, sino el término de origen latino kongenital . Pero la mayoría de las veces Freud no elige el tecnicismo médico para referirse a lo congénito, y tampoco su equivalente sajón, angeboren, que sería una alternativa, sino un término con una acepción claramente más vasta. Es decir: es probable que Freud se esté queriendo referir a lo innato, pero no es por azar que utilice términos que al lector alemán le sugieran algo mucho más amplio que “aquello que viene en los genes”, como lleva a pensar el término “congénito”. Es una de las vías que nos pueden llevar a pensar en la amplia redefinición freudiana de los antiguos conceptos de herencia (Erbschaft), de lo constitucional (konstitutionell) y de lo filogenético (phylogenetisch) con un alcance no biológico. (Freud, “Más allá del principio de placer“ 408)
Un poco más problemático todavía a la hora de traducir es no contemplar los tejidos significantes de una obra. Por ejemplo, si queremos traducir Veränderung(alteración,modificación)-Wandlung(cambio,transformación)-ӓnderung(cambio,alteración)-Verwandlung(transformación,metamorfosis,transfiguración)-Umwandlung(transformación,transmutación)-Variation(variación)-Umsetzung(transmutación),[4] la traducción de cada uno de estos conceptos debe estar en estrecha relación con el otro. El lector puede encontrar un ejemplo al consultar el párrafo 6 del capítulo 3 de El yo y el ello, donde Etcheverry traduce: “Otro punto de vista enuncia que esta trasposición (Umsetzung) de una elección erótica de objeto en una alteración del yo es, además, un camino que permite al yo dominar al ello(…)” (A.E., XIX, 32). ¿Cómo traducir Umsetzung? Primero hay que decidir si Freud nos habla de una transmutación o de una trasposición. El tema sería menor si el problema de la trasposición no nos remitiera a su vez – además de los términos antes nombrados- a otro concepto fundamental como es el de Entstellung que, por ejemplo, aparece en el párrafo de Análisis finito e infinito citado más arriba, y que es clave para pensar la metapsicología freudiana.
Sin desviarnos del tema, podemos incluso abordarlo desde otro lado. Así como Lacan nos advertía respecto a la táctica, estrategia y política del analista, podríamos considerar por ejemplo ese tríptico también en la tarea de traducir. Esto nos abre la puerta a pensar desde dónde se realiza una traducción, es decir, cómo lee el traductor. Y en el caso de Etcheverrry lo vemos muy claro. Basta leer su trabajo “Sobre la versión castellana”, ese último tomo de la edición de E. Amorrortu, bastante olvidado en general por los lectores de Freud, donde resalta su lectura filosófica, y busca en Fitche, Schelling, Kant, una apoyatura epistemológica de los planteos freudianos. Una postura que pone el eje en su propio acervo cultural más que en el de Freud, que siempre quiso estar más cerca de Grecia y Roma que del romanticismo alemán, que sin duda influyó en él, pero más por su literatura que por su filosofía. En mi opinión, diría incluso que ha calado más hondo en Freud su lectura de Goethe o de Heine, que aquellas que pudo haber realizado sobre la obra de cualquier filósofo alemán. Etcheverry quiere mostrar un Freud científico y romántico porque es ahí donde tal vez busca la garantía de su traducción.
La imposibilidad nuevamente de realizar aquí un gran desarrollo al respecto, nos hace elegir otra vez un ejemplo entre muchos, para que el lector interesado pueda seguir investigando si lo desea. En dicha versión castellana, Etcheverry nos intenta explicar cómo avanza el pensamiento de Freud. Dice:
El pensamiento de Freud ha procedido como un proceso centrífugo-centrípeto, grandes síntesis que luego se dispersan en estudios parciales hasta prefigurar y alcanzar por fin una síntesis nueva. Los jalones proyecto de psicología, capítulo VII de La interpretación de los sueños, Formulaciones sobre los dos principios de acaecer psíquico, los trabajos de Metapsicología, las dos síntesis complementarias de Más allá del principio de placer, El yo y el ello; y quizá El esquema del psicoanálisis es la síntesis última. (AE, Sobre la versión castellana, 78)
Semejante y temeraria afirmación dan cuenta de cómo el traductor leyó y entendió a Freud. Piensa su obra casi como un proceso dialéctico entre los textos que la componen. Sin embargo, el propio Freud cuidaba de que sus textos no se leyeran como algo acabado que llegaran a una síntesis de ningún tipo, ya que entendía muy bien sobre aquello con lo que trabajaba. Por ende, y se los solicitaba a sus discípulos cada vez que podía como lo muestran sus cartas, su avance en el derrotero de su investigación siempre siguió otra lógica. Una lógica que podríamos llamar del fragmento. En su Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914) lo dice sobre Adler:
La teoría de Adler fue desde su comienzo mismo un «sistema», cosa que el psicoanálisis evitó cuidadosamente. Es también un destacado ejemplo de «elaboración secundaria» como la que el pensamiento de vigilia emprende con el material onírico. Aquí, hace las veces de este último el material recién ganado por los estudios psicoanalíticos, que ahora es asido enteramente desde el punto de vista del yo, traído bajo las categorías habituales del yo, traducido y volcado a ellas y, tal cual acontece en la formación del sueño, convertido en objeto de un malentendido. (A.E., XIV, 50)
Queda claro el problema. Etcheverry, de más está acláralo, fue un gran traductor, al que el psicoanálisis le debe mucho. Pero no era psicoanalista. Y tal vez esto influyó en que se le escapara lo más evidente: que la obra de Freud no es un sistema, sino que es una obra enorme, monumental, pero fragmentaria.[5] Posiblemente algo que pudo haber confundido su lectura es el desconocimiento, no solo de la práctica psicoanalítica sino también de otros materiales de trabajo, como los manuscritos y cartas de Freud. Esto lo llevó a confundir un texto donde Freud se preocupaba más por la divulgación, donde imaginaba un interlocutor más ajeno al psicoanálisis, o textos más especulativos, como algunos que aparecen en ese párrafo citado y que en realidad no son síntesis sino puntos de partida para nuevas investigaciones, como el caso de El yo y el ello. Justamente, respecto a este trabajo de Freud, Etcheverry nos quiere explicar que es un texto que trata del autoconocimiento del yo, que se va produciendo en una lógica dialéctica-evolutiva. Busca resaltar una supuesta evolución que se produce en la teoría, tal como avanza la ciencia. Insisto aquí con la pregunta formulada en un principio: ¿En cuánto influyó esto en la Idea que todavía hoy vemos arraigada cuando leemos a algunos psicoanalistas que tienen a la obra de Freud como vetusta o superada, e incluso algunos otros que comienzan a formarse en psicoanálisis desde la lectura de los últimos seminarios de Lacan?
Traducción y edición[6]
Se volvió un clásico la máxima de Etcheverry que dice que a la traducción de López Ballesteros le sobra gracia y le falta rigor. Apreciación injusta si las hay, por varios motivos. En principio porque Ballesteros, en mi opinión, es un muy buen traductor, que supo entender el estilo de Freud, más poético y cuidado que el que se trasluce en la versión de Editorial Amorrortu. Llama la atención que en el mundillo psicoanalítico que gusta mucho de hablar de poesía y literatura, se cite cada vez menos la versión de Ballesteros editada por Biblioteca Nueva.
Por otro lado, Etcheverry reivindica el trabajo de L. Rosenthal, que es sin duda bueno, pero que por ejemplo ha traído lo que tal vez sea el malentendido más importante respecto a las traducciones al castellano de Freud. Me refiero a esa carta de Freud a Fliess del 21 de septiembre de 1897. En ella se encuentra, en los primeros renglones (en el 8°), como se ve en la imagen, la famosa frase: Ich glaube an meine Neurótica nicht mehr. (Ya no creo en mi Neurótica). Su Neurótica era su teoría construida hasta ese entonces, en donde todavía sostenía la teoría de la seducción. Decir “mi Neurótica” (que es como decir “andá a tu Viena” o “que camine por su calle“) responde a un modismo muy frecuente al hablar, que Freud utilizaba y que trajo muchos malos entendidos en la comunidad analítica cuando Rosenthal traduce “ya no creo en mis neuróticos”(B.N., III, 3578). Al día de hoy, varios desprevenidos, siguen repitiendo que Freud no les creía a sus pacientes cuando le decían que habían sufrido un abuso. Aquí la imagen:
Por otro lado, no podemos dejar pasar aquí el argumento basado en el rigor. En mi opinión, Etcheverry confunde rigor con literalidad. Pero Borges entiende mejor el problema. En su pequeño y genial texto llamado Del rigor de la ciencia, escribe:
En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos(…). (225)
De esto se trata la obsesiva búsqueda de literalidad. Pero la idea más interesante que plantea el texto de Borges es que un mapa así tiene un destino de inutilidad, y que por ello mismo, las generaciones posteriores lo terminaran desechando. El mismo Borges nos advirtió en varias oportunidades sobre el problema de la literalidad. En un breve texto de 1926 titulado Las dos maneras de traducir, escribió que existen dos clases de traducciones, una que practica la literalidad y otra que utiliza la perífrasis. La primera, según dice, corresponde a las mentalidades románticas, y la segunda a las clásicas. A estas últimas, les interesa más la obra de arte que el artista, por lo que desdeñan los localismos, las rarezas y las contingencias; las otras al interesarse más por el hombre y reverenciar lo subjetivo se inclinan por la búsqueda de la literalidad. Como siempre, nos brinda un ejemplo lleno de ironía para dar a entender su idea: nos propone pensar que una traducción se puede realizar dentro del mismo idioma. Imagina entonces dos versiones del conocido verso del Martín Fierro: “Aquí me pongo a cantar- al compás de la vigüela”. Traducida con literalidad la versión sería: “En el mismo lugar donde me encuentro, estoy empezando a cantar con guitarra”; y con perífrasis “Aquí, en la fraternidad de mi guitarra, empiezo a cantar”. Una demostración extrema pero contundente…
Aquí se plantea otro problema. Porque entonces ¿cuál es la salida? ¿Hacer una traducción completamente libre, sin apego al original (llevando el problema al extremo, claro) con los riesgos que la obra de Freud se diluya en interpretaciones incluso caprichosas o extravagantes?[7]
Tal vez la respuesta esté en pensar cómo debe editarse la obra de Freud. En principio, en castellano se tradujeron los textos, luego se ordenaron cronológicamente, hasta que se tomó el modelo de la Standard Edition, con las notas de Strachey como guía. Y en este interjuego entre presunta rigurosidad, literalidad y pretensión de cientificismo, ha habido varios efectos, entre los cuales se destaca el de la aparición de una buena cantidad de lectores casi religiosos, que nunca ante los tomos verdes se han puesto colorados por no preguntarse qué leen o a quién leen. Creer que la traducción perfecta es posible, es alejarse del terreno de la creencia y acercarse al de la certeza, es decir, al delirio, al significante que se significa a sí mismo, en donde el afán de correspondencia entre términos de diferentes lenguas termina en letra muerta. Por eso, hay que asumir la pérdida que toda traducción conlleva. Si no caeríamos en querer hacer un mapa del imperio que ocupe todo el imperio, como plantea Borges en El rigor de la ciencia antes citado. Y ese es un efecto de la traducción literal: sentir que no hay pérdida. Pensar un psicoanálisis científico necesita de traducciones científicas, literales. ¿Pero es el psicoanálisis una ciencia? Querer ser literal y traducir siempre igual un término de Freud es pretender homogeneizar su obra, cuando esta obra es heterogénea y abierta. Una obra no transmite información, sino que -como diría A. Berman- abre a una experiencia, entonces no necesita literalidad.[9]
Creo entonces que una nueva experiencia de lectura de la obra de Freud requiere de repensar una nueva edición crítica de ella, si es que ello fuese posible. Esta nueva edición tendría que como punto de partida establecerse tomando en cuenta lo siguiente:
- a) Ser bilingüe: para nosotros es fundamental proponer material para que el lector tenga una posición de lectura más activa, y una de esas propuestas es la de ofrecer una edición bilingüe, para que el lector se encuentre con la oportunidad de hacer él mismo el trabajo de traducción. Eso permite -traigo nuevamente a A. Berman- abrir lo extranjero al propio espacio de la lengua. En mi opinión, y tomando los famosos conceptos del Seminario XI de Lacan, leer tiene que ser un acto que promueva en el sujeto una separación, no una alienación. Es importante mantenerse siempre en el litoral, en el margen, para sentir siempre lo extraño de la lengua ajena, en este caso, lo extraño de la obra de Freud. Eso produce un margen de separación y permite, como dije recién, no alienarse (que es lo que produce una lectura religiosa). Por eso es necesaria una edición bilingüe, y es notable que hasta ahora no haya habido una, teniendo en cuenta la trascendencia de la obra de Freud.
- b) Notas de traducción en el texto: permiten explicar decisiones de traducción y proponer incluso alternativas, así como referencias dentro de la obra. Hay que pensar que la edición de Biblioteca Nueva no las tiene, y la de Editorial Amorrortu solo tiene un tomo aparte con consideraciones generales sobre la traducción, como si fuera solamente para aquel a quien le interesa el tema y no como formando parte importante del proceso de lectura y estudio.
También es importante el respeto por el trabajo del otro, la tradición y la historia al pensar la traducción: ¿acaso se puede a esta altura traducir Trieb de otro modo que no sea pulsión (que es un gran acierto de Etcheverry como traductor)? A su vez, hay que tener en cuenta los cambios que se han producido en la historia del psicoanálisis, pero sin confundir la cuestión. Por ejemplo, no hay que producir un Freud lacaniano, sino un Freud no sin Lacan. Es decir, tomando las marcas que Lacan produjo en su obra, pero sin hacer a Lacan el garante de Freud. Lacan rectificó y reorientó la lectura de Freud, por lo que se hace necesaria una traducción desde ese camino de lectura. Tenemos que tener en cuenta también algunos problemas con la obra de Freud: es una obra que no es fija ni cerrada. Se puede ver cómo él lucha con las palabras para traducir su clínica, que entonces va construyendo con una lengua (la lengua Freudiana), que se va haciendo e inventando con sus neologismos a medida que trabaja e investiga. Por eso es importante también respetar la prosa Freudiana. Basta un ejemplo: la palabra Verleugnung Freud la utilizó desde siempre en su obra, pero es en 1927 cuando le da otro estatuto. Antes de esos años, para hablar de fetichismo, utilizaba el concepto de Represión, entonces, mientras Verleugnung no es concepto hay que traducir esa palabra dinámicamente.
- c) Comentarios sobre conceptos, referencias, notas introductorias,[9]
- d) Textos anexos, profundizando algún tema.
- e) La posibilidad de comparación con otras traducciones.
- f) Documentos inéditos. No hay que olvidar que al día de hoy siguen apareciendo diversos textos de Freud que no tienen versión en castellano. Sobre esto volveré luego.
- g) Correspondencia -todavía hay mucha inédita- ya que hay que considerarla parte de la obra de Freud. Es indispensable tenerlas como referencia tanto para el rastreo de conceptos, fechas de elaboración de textos, como de supervisiones y casos clínicos, ya que todo esto abunda en sus cartas. A lo que hay que agregar las minutas de la sociedad psicoanalítica de Viena y las circulares del comité secreto. Si bien mucho de esto está publicado, hay una gran dispersión, en ediciones de diversas características y épocas
- f) Que cada libro publicado contenga un glosario de la lengua freudiana, para que el lector tenga como material de consulta.
A propósito de esto… ¿A qué llamamos lengua freudiana? Esto me da pie para explicar, aunque sea sucintamente, nuestro trabajo con los manuscritos de Freud.
En el año 2002 el Dr. Juan Carlos Cosentino, cuando era titular de la Cátedra Psicoanálisis Freud en la Universidad de Buenos Aires (UBA), comenzó junto a un grupo de colaboradores el trabajo de traducción de algunos escritos freudianos. Luego, en el año 2011, continuó con la publicación de los manuscritos de El Yo y el ello, y fue en ese entonces cuando tuve la oportunidad de unirme a su trabajo y mientras él preparaba las versiones de Más allá del principio de placer, pude hacer lo propio con Das Unheimliche. Luego vino un cuarto volumen en la serie, esta vez de varios manuscritos y documentos inéditos, titulado Fetichismo y otros textos. Correspondencia: el caso AB, y ya estamos preparando el 5° volumen de la serie.
En nuestro trabajo partimos de los manuscritos, ya sean borradores o copias en limpio, ya que entendemos que son una transcripción casi directa de las formulaciones de Freud en estado naciente. En ese momento comienza el trabajo de Susana Goldmann de transcripción y traducción. Este trabajo tiene varias complejidades, ya que en principio requiere entender la letra Kurrent que utilizaba Freud, luego, al ser textos manuscritos y teniendo en cuenta que Freud realizaba modificaciones hasta último momento, lograr entender sus abreviaturas, sus correcciones, incluso aquello que está debajo de las tachaduras, permite comprender mejor la forma en que Freud construía sus textos, cómo transmitía sus ideas, qué cosas repensaba, descartaba, corregía, sus vacilaciones, marchas y contramarchas, etc. Además, mostrar el proceso de escritura permite una novedosa y sorprendente lectura del texto.
Luego, en esa labor de traducción comienza nuestro trabajo en conjunto: el de traducir lo que llamamos la lengua freudiana, que va emergiendo en ese proceso de trabajo. Por eso es fundamental que el trabajo de edición y traducción de los textos de Freud esté realizado por sujetos que estén concernidos por el inconsciente y además sean psicoanalistas,[10] porque dicha labor implica traducir los conceptos, ideas, hipótesis, postulados, sino también y fundamentalmente, rescatar -como dije anteriormente- los tejidos significantes de su obra, a partir de un modo de lectura particular.
Es decir que se da un doble movimiento, que implica no sólo establecer una relación de intimidad con el alemán de Freud, sino también con su obra.
Al mismo tiempo, a casi 100 años de la primera traducción de la obra de Freud al castellano, uno de nuestros objetivos es ofrecer una edición tal como la describí en los renglones anteriores.
Creo que es muy rico que exista una traducción más, que no sea considerada ni mejor ni peor, sino distinta, para permitir que puedan compararse las tres traducciones, lo que produce un efecto de vaciamiento de sentido en la lectura, que permite que el lector se pregunte “¿Qué leemos?” Eso implica rescatar la traducción de Biblioteca Nueva que fue injustamente tratada de “poco rigurosa” por Etcheverry, lo que produjo un lento corrimiento de esa traducción en los ámbitos psicoanalíticos, al punto de que casi ni se cita. Increíblemente, en trabajos psicoanalíticos y en tesis de maestrías y de doctorado se cita la versión de Amorrortu Editores, por tener prestigio de ser más rigurosa, cuando en realidad hemos descubierto al contrastar con las versiones originales, que la traducción ha suprimido oraciones y hasta párrafos enteros.[11]
Por supuesto que traducir implica por un lado plantear, como decía Borges, que no hay texto definitivo, ni versiones definitivas, que esa idea responde a la religión o al cansancio. Él decía que hay sólo borradores, y esta es una idea importantísima que permite mantener viva una obra, de no cerrarla, de no hacer de ella letra muerta y petrificada. De hecho, muchas de las críticas que se le hacen a Freud las realizan quienes leen un texto de él como si fuera definitivo. Entonces creen, por ejemplo, que lo que Freud dijo en La organización genital infantil es su última palabra sobre la sexualidad. Un texto no marca un final de un proceso, sino un descanso en el camino. Por algo Freud corregía hasta el último minuto. Además, hay textos suyos que corrigen los anteriores y plantean reformulaciones que convierten al texto precedente en un borrador, o en una primera versión. Es decir, es necesario pensar una nueva edición y traducción de la obra de Freud desde esta lógica borgeana, y no desde el discurso científico o universitario.
Y por otro lado, traducir es elegir, y como toda elección, implica una pérdida. A su vez eso está determinado por una lectura (que lleva la marca de la época, como demuestra Borges en su Pierre Menard). Pero leer no implica forzar el texto, por lo que no hay que confundir lectura con delirio interpretativo, es decir que no hay que realizar una interpretación cerrada donde todo concuerde y se intente así convencer al lector.
Esta edición que proponemos de los manuscritos de Freud está enmarcada en un proyecto: lograr transmitir la lengua freudiana, que no es ni científica, ni romántica, ni médica ni religiosa. Es de Freud, es su estilo. Hablar de un proyecto implica hablar de un conjunto de ideas y convicciones a partir de las cuales se traduce y se edita, en los cuales se tienen en cuenta las intenciones del autor, el uso que hace de las palabras, su retórica, así como también las intenciones del texto. Con esto último quiero decir que es fundamental en este trabajo de traducción y edición lograr transmitir el efecto que causa el texto original. Es una apuesta. Y es una apuesta donde necesariamente algo se pierde. Porque como nos ayuda a pensar Umberto Eco, todo traductor es un negociador que siempre va a perder.[12] Es que traducir no consiste en reproducir todas las estructuras formales (léxica, morfológicas y sintáctica) de un texto, porque eso sería copiarlo, no traducirlo. Traducir significa reproducir también un contenido y un estilo.
Entonces, contrariamente a la famosa frase donde traducir implica traicionar el texto original, de lo que se trataría no es de una traición sino de una alteración, una modificación. Como mostré más arriba, se puede leer que Freud en Análisis finito e infinito, al hablar de la Veränderung (modificación, alteración) toma el modelo de la alteración de un escrito. Es que traducir es alterar un texto, pero no en el sentido de una traición sino en el de poner en juego una falta, aquella por la cual el deseo encuentra sus caminos. Es el último modelo de la Veränderung en la obra de Freud. Traducir teniendo en cuenta entonces la Veränderung implica no ser literal.
Y así como traducir es decidir, el lector también se enfrenta a una decisión. Una de las funciones de esta nueva edición y traducción de los textos de Freud es brindar elementos que permitan al lector realizar el trabajo que lo acerque a una toma de decisión más comprometida respecto de su modo de lectura. Por otro lado, también hay que pensar que, si bien toda traducción conlleva una pérdida, también propone como ganancia una “alternativa”, casi al modo de lo que en música se llama “variación”, un “decir de otro modo”. Propongo esta idea tomada de la música porque permite pensar, por ejemplo, lo que decía Freud respecto a las traducciones de la Traumdeutung o del Chiste…, cuando decía que había que hacer versiones en cada idioma.[13] Por eso, cuantas más traducciones, mejor. Tal vez haya que pasar a una nueva etapa y lograr varias versiones, desacralizar la obra de Freud (para eso sirven los manuscritos) pero al mismo tiempo siendo rigurosos con la lengua freudiana. Eso permite volver a leer a Freud de otra manera. Y nos remite a un problema eterno de las traducciones: ¿cómo se puede o debe llegar a la fidelidad? ¿ser fiel es ser literal? También, claro, evoluciona la lengua del traductor, por eso toda traducción es provisional y transitoria, fundamentalmente cuando se trata de traducir una obra que se convierte en clásico, es decir, que perdurará en el tiempo.
En definitiva, la principal idea que quiero transmitir una vez más es que, en mi opinión, todavía no terminamos de leer a Freud, incluso podríamos decir, a pesar de que muchos opinan que su obra está caduca, que recién estamos empezando a hacerlo. Por supuesto que lectores desprevenidos o haraganes habrá siempre, y que incluso suelen ser los primeros y más temerarios a la hora de arriesgar sus críticas. Eso no sólo que nunca se va a poder evitar, sino que ya es parte del folklore del psicoanálisis. Pero sí creo que, a cien años del primer intento de poner en castellano las palabras del fundador del psicoanálisis, tal vez sea hora de repensar la edición de su obra.
Obras citadas:
Berman, Antoine. La traducción y la letra, o el albergue de lo lejano. Dedalus Editores, 2014.
Borges, Jorge Luis. Del Rigor de la Ciencia. Obras Completas, Tomo II, Emecé, 1996.
—. Las dos maneras de traducir. Textos recobrados 1919-1929, Emecé, 1997.
Eco, Umberto. Decir casi lo mismo. Editorial Sudamericana, 2013.
Freud, Sigmund. Die endliche and die unendliclie Analyse. Gesammelte Werke (GW), Frankfurt am Main, Fischer Taschenbuch Verlag, 1999.
—. Obras Completas. Sobre la versión castellana. Amorrortu Editores, 1978.
—. Los orígenes del psicoanálisis. Obras Completas. Biblioteca Nueva, 1981.
—. Análisis terminable e interminable. Obras Completas, XXIII, Amorrortu Editores, 2007.—. El yo y el ello. Obras Completas, XIX, 2007.
—. El yo y el ello. Manuscritos inéditos y versión publicada, Edición a cargo de Juan Carlos Cosentino, Mármol Izquierdo, 2011.
—. Más allá del principio de placer. Manuscritos inéditos y versiones publicadas, Edición a cargo de Juan Carlos Cosentino, Mármol Izquierdo, 2015.
—. Fetichismo y otros textos. Correspondencia: el caso A.B. Manuscritos, documentos inéditos y versiones publicadas, Edición y comentarios Juan Carlos Cosentino y Lionel Klimkiewicz, Mármol Izquierdo, 2019.
—. Neurosis y psicosis, en Fetichismo y otros textos. Correspondencia: el caso A.B. Manuscritos, documentos inéditos y versiones publicadas, Edición y comentarios Juan Carlos Cosentino y Lionel Klimkiewicz, Mármol Izquierdo, 2019.
Gómez, Horacio y col. Traducir en psicoanálisis. (Des)encuentro entre lenguas. Letraducciones, 2021.
Marinelli, Lydia. y Mayer, Andreas. Soñar con Freud. El cuenco de plata, 2011.
Notas al final:
[1] Ver en la presente revista….
[2] Los dos más importantes traductores al castellano de la obra de Freud hasta la fecha.
[3] Un breve comentario al respecto se encuentra en nuestro libro (Fetichismo y otros textos 73).
[4] Algunas de las consideraciones que se verterán en este apartado fueron ya expuestas en Traducir en psicoanálisis, (Des)encuentro entre lenguas (Gómez 46).
[5] Freud prefería a Giovanni Morelli antes que a Hegel….
[6] Nuevamente, estas ideas fueron ya expuestas en Traducir en psicoanálisis, (Des)encuentro entre lenguas (Gómez 45).
[7] Digo extravagantes (Verschroben) incluso en el sentido que le da Freud en el párrafo 7 de Neurosis y psicosis (1923).
[8] La idea de traducción como experiencia la encontramos en La traducción y la letra o el albergue de lo lejano (Berman 13-24).
[9] Respecto de las notas introductorias, otro trabajo necesario sería el de investigar los efectos de lectura y transmisión que han tenido las que realizó Strachey para la Standard Edition y que figuran en la versión castellana de Amorrortu Editores. Recomiendo al lector los estudios que Miguel Gasteasoro está realizando sobre el tema.
[10] Digo esto como condición necesaria, y no como garantía, por supuesto.
[11] Y además, en estas épocas donde impera la moda de las tesis de maestría y doctorado, llama la atención que nadie cite poniendo el texto original en alemán, cosa que debería ser hecha, y más llamativo es aún que nadie lo exija.
[12] La idea se desprende del capítulo 5 titulado Pérdidas y compensaciones (Eco 120-178).
[13] Al respecto, el lector puede consultar Soñar con Freud (Marinelli y Mayer 159-173).
Biografía:
Lionel F. Klimkiewicz, Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Profesor Adjunto en la cátedra “Clínica psicológica: emergencias e interconsulta” en la facultad de Psicología de la Universidad de Ciencias Empresariales (UCES), Investigador en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), Psicólogo de planta del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial J.T.Borda, editor junto a Juan Carlos Cosentino de la serie “Manuscritos de Freud”, de Editorial Mármol Izquierdo.
Fecha de publicación:
6 de febrero, 2023