¿Interpretar o traducir el inconsciente?
Resumen
Aunque deberíamos traducir el lenguaje del inconsciente en lugar de interpretarlo, el hecho de que éste se exprese utilizando la imprecisión del símbolo y no la exactitud del signo, lógicamente hace imposible una traducción fiel y por lo tanto, es necesario interpretar lo que creemos dice el inconsciente, el cual se manifiesta mediante los sueños, la libre asociación, y el lapsus linguae. Un aspecto importante es la ignorancia del analizando acerca de la forma como le habla su inconsciente, ante todo en los sueños, los cuales le proporcionan un mensaje de su verdad, que la consciencia le niega mediante la represión ante lo desagradable, después de todo, ‘mente’ y ‘mentir’ tienen la misma raíz. El paciente ignora que el analista es simplemente un mensajero de su inconsciente, un traductor o interpretador del mensaje que su inconsciente le envía en forma consciente y velada, o mediante símbolos, como en los sueños, quizás con el propósito que su verdad no le despierte, por cuanto la verdad por lo general es violenta. Este artículo ofrece una investigación detallada de estos aspectos.
Introducción histórica
Meltzer (1983) ha expresado su descontento en cuanto al uso del concepto de “interpretación”, favoreciendo en su lugar la noción de “formulación”; así dice:
No me agrada la palabra “interpretación” …por cuanto sugiere que algún incremento de significado ha sido agregado por el analista. “Formulación” es quizás mejor, ya que el proceso…es uno de transformación desde una forma simbólica a otra largamente de lenguaje visual o verbal.
Deuteung, la palabra escogida por Freud (1900) para referirse a la evaluación de los sueños, fue traducida luego como interpretación, o quizás mal traducida, tal y como lo ha expresado Laplanche y Pontalis (1973), por cuanto “interpretar” encierra el pecado de legalizar la posible opinión personal del analista que interpreta o conjetura; en cambio deutung implica más bien, en alemán, clarificar o explicar. En Freud se inicia como traumdeutung, es decir, “interpretación de los sueños, aunque obviamente y por definición, el concepto ya estaba presente durante los tiempos del método catártico. En latín, “interpretación de los sueños”, (coniectororis: adivino, astrologo) guarda raíz común con coniecturaae (conjetura) y se traduce en forma diferente al simple hecho de interpretar un texto: interpretatioonis, o transferolatum: trasladar o traducir. Mientras interpretar los sueños para los antiguos estaba relacionado con la adivinación del futuro, la traducción de un texto implicaba un traslado o una traducción del pasado, por eso el primero era coniector, dado a la conjetura y a la interpretación, en cambio el ultimo era un metafrastio, (de meta = después, más allá, y frassw = cercado, es decir “llevar más allá del cercado”) un transportador que habría de ceñirse estrictamente al acto de traducir.
Inicialmente la interpretación fue catártica, implicando la noción de una válvula de escape, producto del modelo freudiano de la libido acumulada, inspirado a su vez en la física de la máquina de vapor. Representó la dinámica neurofisiológica presente en el proyecto, en donde el analista, al igual que el resto de los médicos, cometía el gran pecado de hacerse responsable absoluto de la cura. La noción darwiniana del impulso animal influyo en Freud para concebir los sueños como una simple satisfacción de instintos o deseos reprimidos, en donde la interpretación, el deutung del sueño, era su beteutung, es decir, determinaba el sentido de la satisfacción, lo cual no podía explicar ni los sueños de angustia ni la neurosis traumática.
Descubrimientos posteriores mostraron la compleja organización del aparato mental así como sus tendencias múltiples y contradictorias, enfatizándose el protagonismo del yo enfrentado al poder de todas estas agencias psíquicas: ello, superyó, los principios del placer y de la realidad, lo inconsciente, preconsciente, los instintos de vida y muerte, la presencia del complejo de Edipo como paradigma universal y la represión como modelo de todas las defensas. La introducción de las nociones de transferencia y contratransferencia complementan el cuadro. Dos propósitos fundamentales guiaron la interpretación de esta época: a) Resolver la resistencia, descubrir lo reprimido y reemplazar la amnesia infantil; b) La preocupación de Freud en nuevas investigaciones, como podemos observarlo en los casos del Hombre de las Ratas y de los Lobos, lo cual lo llevó, al intentar resolver la represión, a preguntar para obtener validación empírica de sus formulaciones teóricas y proporcionar a los pacientes, argumentos explicativos sobre sus descubrimientos. Un ejemplo son sus notas sobre los primeros tres meses del tratamiento del Hombre de las Ratas, y aunque no tenemos pruebas de que Freud hubiese continuado con este modelo, tampoco las tenemos de lo contrario (Racker, 1960).
Con las intervenciones de Fairbairn (1952) y Klein, la perspectiva del mundo interno y fenomenología de la interpretación cambiaron desde un universo gaseoso dominado por mecanismos de presión y válvula de escape, a otro constituido por representaciones proteicas de objetos parciales del self, manifestaciones de relaciones tempranas superpuestas y repetidas compulsivamente en la transferencia, objetos que no solo podían ser reprimidos, sino además, divididos en pedazos grandes o diminutos, proyectados intrusivamente afuera o reintroyectados nuevamente y en algún momento reparados. El articulo póstumo de Freud (1940) sobre la división del yo y los mecanismos de defensa, señala que ya comenzaba a trajinar por esos rumbos.
Estos nuevos aportes tuvieron como es de esperarse, una influencia inmediata en la concepción de la interpretación, la cual se orientó hacia la investigación de la angustia resultante de la fragmentación del yo, en lugar de estar solo dirigida a la reconstrucción o al levantamiento de la represión (defensa) sobre los contenidos del ello, sin implicar en absoluto, con esto, que estas últimas posibilidades no sean también actualmente importantes. Una interpretación podría intentar levantar la represión al decir, por ejemplo, “matar a tu jefe” y luego ser transferencial y reconstructiva al decir “quieres matar a tu jefe y me quieres matar a mí, en la misma forma que cuando niño quisiste matar a tu padre”. Sin embargo, tal enunciado deja fuera un aspecto muy importante el cual es mostrado cuando la interpretación es dirigida a la terrible soledad del yo atrapado en el conflicto de tener que elegir; el problema no es solamente querer matar al jefe como su fuese el padre, sino el hecho de que en la fantasía han quedado inscritos al mismo tiempo, tanto el deseo como la prohibición, y es precisamente esta disociación la fuente real de toda ansiedad. La sola “confesión” precisa de la fantasía destinada a lograr una reconstrucción, así como el levantamiento de los contenidos reprimidos del ello, pueden resultar algunas veces peligrosos por cuanto, no solo apartan de la verdad, sino que además estimulan la idealización de la transferencia y la dependencia a la omnipotencia narcisista del analista, algo a lo cual Lacan (1961) se ha referido como el “supuesto saber”. Atendiendo a esto último, los analistas en la actualidad permiten al analizando tomar libremente sus propias decisiones durante el tiempo que dure al análisis, así como tampoco imponen unilateralmente una fecha de terminación.
La Interpretación
Toda interpretación tiene dos sentidos: a) primario o epistemológico; b) secundario o terapéutico. El primero está representado por la parte hipotética tendiente a traducir a la consciencia el contenido latente de la fantasía inconsciente; el otro sentido está representado por la intención de reducir el monto de sufrimiento mental, el cual teóricamente habrá de acontecer como una segunda intención.
Existen varios pasos a seguir en la elaboración de una hipótesis interpretativa: a) En primer lugar esta la capacidad de escucha, el mantenerse en un estado de “atención libremente flotante”, tal y como fue ya establecido por Freud (1912). Bion se ha referido también a la iniciación en cero, sin ningún deseo, como si el paciente allí, fuese siempre un paciente nuevo; b) La identificación del analista con ese analizando, en ese momento en particular, establece una condición mental a la que Weiss (1960) se ha referido como la “duplicación resonante” y Arlow (1979) y Beres (1968) como la “empatía”. Representa un estado de aparición automática, el cual se establece a medida que intentamos entender lo expresado por el paciente y debe ser diferenciado de los mecanismos de identificación proyectiva. c) La escucha se extiende a la búsqueda de reiteraciones sucesivas de algún postulado en particular, como los acordes repetidos de un concierto. d) Practica interna de la interpretación, antes de ser expresada en forma de conjetura: “me pregunto si…”, “hasta qué punto es posible que…” etc.
Para Bion, la interpretación puede verse como teorías sostenidas por el analista acerca de modelos y teorías que el paciente tiene del analista, y de ser correctas, tendrán un efecto terapéutico. Además, desde un punto de vista meta-teórico o más allá de la teoría, Bion sintetiza el concepto de interpretación a la palabra o conjunto de palabras que indican una ‘conjunción constante’.[1]
Interpretación y el “trauma pre-conceptual”
Tres meses ante de morir Freud expresó lo siguiente: “Tengo la impresión de que toda forma de psicopatología es traumática, pero tendremos que dejar esto por ahora.” Obviamente tenía toda la razón, por cuanto en realidad toda la psicopatología es producto del trauma ocasionado por los padres -al cual me he referido como el ‘trauma pre-conceptual”-, quienes, como adultos, ya no recuerdan la forma como ellos pensaban cuando niños y por lo tanto, no entienden la forma como piensan sus hijos. Este trauma inducido por los padres, permanece de por vida reprimido, aunque se actúa de forma emocional, sin que el individuo tenga consciencia de ello, reproduciendo aquellas condiciones que tuvieron lugar durante la infancia y en esta forma, continuamente recrea aquellos sentimientos que estructuran su psicopatología y que constituyen, siguiendo a Bion, los elementos beta, los cuales solo sirven para ser proyectados y repetidos inconscientemente. La función alfa del analista, al interpretar y traducir el contenido de los elementos beta y proporcionarles sentido lógico, les transforma en elementos alfa (López-Corvo, 2017).
El trauma pre-conceptual divide a la mente en dos partes, una estática y emocional que reproduce al trauma infantil, y otra parte cognoscitiva que va cambiando la capacidad de razonar, en la medida que se va creciendo desde la infancia hasta la adultez. La función alfa del analista, al interpretar para sí y a la vez traducir al paciente los contenidos emocionales infantiles o elementos beta, logra que el paciente, utilizando su propia función alfa pueda contener y neutralizar los sentimientos infantiles del trauma pre-conceptual (López-Corvo, 2021).
Podría tener más sentido ‘traducir ‘que ‘interpretar’, por cuanto el propósito esencial es traducir el contenido inconsciente reprimido que éste manifiesta en forma velada, tanto en los sueños como en la libre asociación, ante todo en relación al trauma inicial ubicuo, presente en la mente de todo ser humano. Aunque también podríamos pensar que tanto traducir como interpretar podría estar presentes en la ‘interpretación’, por cuanto se traduce del mensaje critico del inconsciente a la semiótica consciente, y se interpreta desde un estado inconsciente a otro consciente como una forma de cambio topológico.
Cuando la gran intuición de Freud le indujo a utilizar el diván y a colocar su silla detrás del paciente, lo hizo no solo para evitar el peso de un escrutinio sostenido por parte del paciente, sino ante todo, porque esa posición representaba la mejor manera de resolver el dilema de la presencia necesaria pero perturbadora del analista, similar a la casilla donde el traductor trabaja sin que sea visto, por cuanto el conferencista es mas significativo que el traductor, es decir, no es la interacción entre el paciente y el analista lo que cuenta, sino la ‘libre asociación’ del paciente -conferencista- consigo mismo, tal y como continuamente lo hace en silencio.[2]
El Silencio
El silencio debe ser considerado como el componente mudo de la interpretación, como una presencia más que una ausencia. Bion ha dicho: “el arte de la conversación, tal como transcurre como parte de la interacción en el psicoanálisis, requiere y exige una extensión del reino de la no-conversación” (Brazilian Lectures 190). En el pasado han existido psicoterapias basadas en la estrategia del silencio, y hasta existió el chiste sobre el silencio prolongado, tan en moda durante las décadas de los 50 y 60, consecuencia de la gran cantidad de psicoanalistas alemanes que emigraron durante la segunda guerra mundial a los Estados Unidos, que no hablaban el inglés, pero tenían que ganarse la vida.
Puedo pensar por lo menos en cuatro circunstancias que en mi practica analítica pueden llevarme a mantener silencio: a) que no entienda el discurso manifiesto, b) respeto a la asociación espontanea del analizando, c) permitir al paciente construir sus propias asociaciones e hipótesis después de haberle interpretado, y d) evitar colusiones transferenciales con pacientes que muestran estructuras paranoides o perversas. La utilización del silencio para obligar al paciente a “confesar” su material difícil, puede muchas veces constituir una forma de contra actuación (Racker, 1968). La intimidad del paciente no debe constituir en forma alguna un aspecto de interés para el analista, salvo que en algún momento represente una forma de resistencia, y aun en estas circunstancias, debe ser interpretada desde este punto de vista similar a cualquier otra defensa, sin que tenga que ejercerse presión alguna sobre el analizando para obligarle a ‘confesar’.
La dificultad para tolerar el silencio radica casi siempre en la confusión existente, tanto en el analista como en el analizando, entre un modelo médico y el modelo psicoanalítico, según el cual el paciente toma una actitud pasivo-dependiente y coloca toda la fuente del conocimiento en el analista, quien puede contra actuar y tomar el papel del conocedor. Esta posición es cierta hasta cierto punto, por cuanto el analista sabe más que el paciente, sobre los misterios de la mente en general, la confusión surge cuando se ignora la discrepancia existente entre el cuerpo que es anónimo e igual para todos, y la mente que es única, individual e intransmisible. El análisis transcurre más fácilmente, cuando el paciente comprende que el silencio del analista, en lugar de ser caprichoso, tiene una razón (alguna de las antes expuestas).
Lo emergente
Existe cierta violencia implícita, en la intención de hacer consciente lo inconsciente, lo cual puede ser experimentado por el yo, como amenazante y peligroso; al mismo tiempo, existe cierta frustración por cuanto el analista sólo ofrece simples palabras como alivio al dolor terrible del sufrimiento mental, algo a lo cual Tarachow (1962) se ha referido como “la barrera terapéutica”.
Que decir, cuando decir, decir lo justo y no decir demasiado, son elementos esenciales de la metapsicología de la interpretación, unido a la importancia de observar la respuesta inmediata, como forma de validar el impacto en el discurso emergente. Algunas veces, por ejemplo, el paciente ignora completamente el contenido de la interpretación, como un bebé para quien cuenta sólo la presencia física de la madre, su tono de voz, su olor y el contacto con su piel, y en ninguna forma el contenido de sus palabras. Cuando ignoramos las cualidades de la comunicación e insistimos en el contenido de lo manifiesto, podemos fácilmente lograr un diálogo entre sordos. Ciertos pacientes limítrofes parecen comprender, en algún momento, y aceptar una interpretación, sin embargo, poco tiempo después el material vuelve a aparecer como si la interpretación y la comprensión anterior nunca hubiese existido. Pareciera que el paciente encapsulara el “insight” y se deshiciera de éste sin que quedase rastro alguno. En casos de patología “como sí”, puede observarse una disociación importante que da lugar a un complicado juego, según el cual, una parte del analizando, a la que denomino “el colega”, discute con el analista sobre los conflictos y tribulaciones, de otra parte, “el paciente”, el cual ha sido separado y colocado fuera del análisis. Una variante de esta categoría resulta cuando el analizando experimenta la interpretación como “la teoría del analista”, la cual puede ser aceptada, superficialmente, para apaciguar, sin existir una verdadera comprensión del alcance que pueda tener. Lo contrario se observa en algunos pacientes paranoides o mujeres histéricas, quienes rechazan continuamente la interpretación, como si temieran que algo dañino y peligroso, como un pene envenenado, fuera a ser colocado en su interior. Mas allá de este temor, existen sentimientos intensos de dependencia.
¿Que debe interpretarse?
Bion (1967) ha utilizado la noción del “hecho seleccionado”, basándose en un concepto similar delineado por Poincaré (1908) para describir el proceso que tiene lugar en la mente del analista mientras escucha al analizado y a sí mismo, a medida que los hechos van acumulándose uno tras otro, hasta que finalmente aparece una configuración coherente y significativa de lo que hasta ese momento parecía absolutamente incompresible. Representa una invariante reiterativa que permanece independiente de la transformación sucesiva de todo el discurso y que sirve como validación de la hipótesis, similar al cazador que, por el detalle imperceptible de la huella, puede intuir e identificar la completa existencia del animal que procura y no ha visto.
Lacan (1957) nos ha provisto de una interesante investigación sobre el bien conocido cuento de Poe (1979) “La Carta Robada”; la utiliza para ilustrar que aun cuando los derivativos pueden ocultar el contenido de la represión primaria -el contenido de la Carta Robada-, existirá siempre algo que permanece inmutable, una especie de signo, una huella que traiciona lo reprimido y permite el reconocimiento de la relación original. Un inventario que resume la fenomenología de la “fantasía inconsciente” tal y como ha sido descrita por Klein.
El contenido de la interpretación
Jean-François Champollion logro desenmarañar el misterio de los jeroglíficos en el mismo momento en que comprendió que las imágenes, más que representaciones pictóricas, eran realmente letras que al unirse formaban palabras y oraciones, era por lo tanto algo para ser leído y no para ser interpretado. En igual forma, Freud en la noche del 14 de julio de 1893, también comprendió que los sueños en lugar de constituir representaciones caprichosas de la mente, formaban un verdadero lenguaje simbólico capaz de reproducir un mensaje.
Lacan utilizando las contribuciones de Ferdinand de Saussure, ha enfatizado la naturaleza semántica del inconsciente, cuyo lenguaje constituye para la consciencia, una contraparte homeostática que contrarresta la capacidad de la mente de manipular los sentidos para negar la realidad, algo que los latinos ya presumían, después de todo, mente y mentir tienen la misma raíz. La mentira dijo Russell (1945) y lo repitió Bion, necesita de un pensador, mas no la verdad, que se acredita por si sola, aunque el inconsciente al proponer la verdad cuando denuncia a la mentira, se comporta como el oráculo de Delfi, del cual dijo Heráclito: “No, habla, no disimula, solo significa”. Pero el inconsciente en su intento por llevar su mensaje a la consciencia no tiene acceso a las mismas facilidades que ésta tiene: ‘carece de la coordinación provista por un cerebro despierto, así como de la musculatura voluntaria adecuada para expresar palabras; la única facilidad disponible son las imágenes visuales, las cuales son usadas como palabras, pero careciendo además de la precisión del signo’.
Normalmente la consciencia atrapa y determina al objeto directamente dentro del sustantivo, mediante el consenso que facilita el signo, como por ejemplo: mesa en español o table en inglés. Los verbos, adjetivos y predicados representan un añadido a la cosa, hablan de ella, pero no lo son. El símbolo, por otra parte, define al objeto indirectamente, por su función, lo que le permite proporcionar, a diferencia del signo, una representación universal de la cosa, y al mismo tiempo inespecífica, por cuanto el objeto reúne multitud de funciones por las cuales puede ser señalado: una mesa sirva para comer, sentarse, jugar, conversar, etc., además de las mesas particulares unida a las memorias individuales de nuestra historia privada, como la mesa en donde recibimos un regalo, nos golpeamos, etc. Los símbolos definen al objeto de soslayo, desde el predicado, por eso nunca logran ser determinantes como los signos, deben ser más bien descubiertos, adivinados, exigiendo del analista la práctica de una exégesis o una hermenéutica del texto simbólico.
¿Interpretar o traducir?
Cuando la genial intuición de Freud le llevó a introducir el diván y a colocar su silla detrás del paciente, no solo lo hizo para evitar el escozor de la mirada ajena, sino, ante todo, porque tal situación permitía la única posibilidad de resolver el dilema de la ausencia-presencia del analista, no diferente a la casilla en la cual se ocultan los traductores de idiomas durante las conferencias. El analista se convierte en traductor que intenta enseñar el arte del autoanálisis, mientras el paciente para poder aprehenderlo debe recurrir a una disociación saludable y comportarse al mismo tiempo como conferencista y audiencia. Sin embargo, en el intento de tal enseñanza, el analista enfrenta dos conflictos: a) En primer lugar, la inespecificidad de los símbolos utilizados por el inconsciente hace que el analista, en lugar de traducir, casi siempre interpreta; b) La carga emocional de ambos, tanto del analizando (transferencia) como del analista (contratransferencia), introduce un efecto secundario fatalístico, cuya resolución permite tanto al proceso como el final del análisis. Tres condiciones facilitan la solución eventual de la complicación transferencia-contratransferencia: La experiencia analítica del analista, el pago como expresión ineludible de la realidad y la apertura genética del analizando a leer su propio inconsciente.
La diferencia entre interpretar y traducir podemos observarla mejor en relación a los mecanismos de la transferencia, cuya resolución junto a la contratransferencia son indispensables para la terminación satisfactoria del análisis. He pensado en dos instrumentos prácticos que ayuden en el logro de tal resolución, una es la “interpretación intrapsíquica (Lopez-Corvo, 1966), la otra es la utilización del “modelo traductor” para explicar al analizando sobre la complicación de la transferencia, por ejemplo, poder decir en un momento de colusión transferencial: “Yo soy simplemente un traductor de su inconsciente y no tengo ninguna inversión en su conducta. Permítame preguntarle: ¿Si Ud. estuviese dando una conferencia y yo fuese traductor, se acercaría Ud. a la casilla de traducción para pedirme excusas porque Ud. cree que su discurso no me parece interesante o para pedirme que le diga cualquier cosa o le pregunte algo?” Cuando el analista y el analizando comprenden el verdadero sentido de la función traductora del primero, el análisis transcurre más fácilmente.
Obras citadas:
Arlow, Jacbob.The genesis of interpretation, J. Amer. Psychoanal. Assn. 27, (Suppl.), 1979, pp. 192-206.
Benveniste, Émile.Problemes de Linguistic Generale. Guillard, 1966.
Beres, David The Role of Empathy in Psychotherapy and Psychoanalysis. J. Hillside Hospitalz, 1968 17:362-369.
Bion, Wilfredu. Brazilian Lectures, Karnac, 1990.
—.Second Thoughts, Jason Aronson, 1967.
Fairbairn, Ronald. Estudio Psicoanalítico de la Personalidad, Ediciones Horme, 1957.
Freud, Sigmund. La Interpretación de los Sueños. SE. IV, p. 96, 1900.
—. The Dynamics of Transference. SE XII, 1912.
—. La Escisión del Yo en el Proceso Defensivo. SE XXIII, 1940.
—. Moisés y Monoteísmo, SE. XXIII, 1939.
Lacan, Jacques. El Seminario de la Carta Robada, en Escritos,Siglo Veintiuno Ediciones, Vol. II, 1957, pp. 11-62.
—. La dirección de la Cura y el Principio de su Poder, En Ecrits, Seuil, 1966.
López-Corvo, Rafael. La Auto-Envidia, Terapia de un Mundo Dividido, Planeta, 1996.
—. Estados Traumatizados y No-Traumatizados de la Personalidad, Ediciones Biebel, 2017.
—. La Traumática Desolacin de los Niños, Ediciones Biebel, 2021.
Meltzer, Donald. Dream-Life. A re-examination of the Psycho-Analytic Theory and Technique. Clinic Press, 1983,p. 136.
Poe, Edgar Allen. The Purloined Letter, en Tales of Mystery and Imagination. Pennsylvania: The Franklin Library, 1970.
Poincaré, Henri. Science et Methode, Flamarion, 1908.
Racker, Heinrich. Estudios Sobre Técnica Psicoanalítica, Paidós, 1960.
Russell, Bertrand. A History of Western Philosophy. Simon and Shuster, 1945.
Tarachow, Sidney. Interpretation and Reality in Psychotherapy, Int. J. Psycho-Anal. 1960, 43:277.
Weiss, Edoardo. The Structure and Dynamic of the Human Mind. Grune & Straton, 1960.
Notas al final:
[1] Término tomado de Hume por Bion, para explicar como un objeto o un hecho señala a otro sin que las ideas implícitas en ambos estén relacionadas entre sí, donde la relación causa-efecto entre ambas, están mas relacionadas con la experiencia, por cuanto no existe nada que las una en forma lógica.
[2] Es este arreglo, en la actualidad ausente en la terapia a distancia obligada por la actual pandemia, lo que genera gran dificultad para un buen logro en el tratamiento psicoanalítico.
Biografía:
Dr. Rafael E. López-Corvo es médico, psiquiatra y psicoanalista nacido en Venezuela. Ha sido profesor asociado en las universidades de Ottawa y McGill y director del programa de Niños y Adolescentes Unidos del Hospital Douglas de la Universidad McGill de Montreal (Canadá). También fue miembro del consejo editorial de la Revista Internacional de Psicoanálisis para América Latina. Fue asesor del Presidente de Venezuela en relación con la creación de centros para el tratamiento de la drogadicción. Es psicoanalista formador y supervisor de la Asociación Psicoanalítica Internacional, así como de las Sociedades Psicoanalíticas Canadiense, Venezolana y Americana.
A lo largo de su dilatada carrera ha logrado conciliar su filiación psicoanalítica dominante con líneas de pensamiento e investigación independientes y originales, engendrando a través del estructuralismo enfoques sobre la evolución infantil, la dinámica de grupos, la feminidad, las adicciones, la autoenvidia, el trauma y otros temas, publicando más de 100 artículos, varios capítulos de libros y 26 libros en inglés, español, italiano, portugués, japonés, coreano y persa.
El Dr. López-Corvo es también un estudioso del enfoque psicoanalítico de Wilfred Bion, a quien considera que ha sentado las bases del psicoanálisis del futuro. Ha sido invitado a impartir clases sobre este tema en diversos lugares como Roma, Nápoles, Seattle, Buenos Aires, Caracas, Vermont, Los Ángeles, São Paulo, Ottawa, Montreal, Ribeirão Preto, Toronto, Pekín, Tokio, México y Miami.
Fecha de publicación:
6 de febrero, 2023