Transpasiones: tráfico de lenguas en psicoanálisis

Resumen

La práctica analítica se inscribe en el nudo cuerpo/lenguaje. La cuestión de la “traducción”
está presente, en múltiples registros, desde los primeros trabajos de Freud. La llamada teoría psicoanalítica puede ser entendida como la fallida traducción de una práctica intraducible desde el momento en que cada caso horada cualquier generalidad teórica. Los postulados analíticos no pueden ser sino inestables, móviles y fracasados de entrada. Allí, el arte del traductor es transmitir justo esa inestabilidad. Los avatares de las traducciones de Freud al español muestran que los modos de transmitir y de traducir conllevan una política. La pretensión de un saber sistematizado va en sentido opuesto a una práctica orientada por la incompletud, lo contingente y lo excepcional. Por una suerte de tranferencia espontánea, el traductor se ajusta a la lógica de lo que traduce. ¿Cómo traducir a un Lacan que exclama “¡No comprendan!”? ¿Traducir sin buscar comprender? ¿Cómo hacer pasar sus silencios, sus golpes sobre la mesa y sus bufidos, sus tonos imperativos y burlones? El vértigo de traducir psicoanálisis es comparable al de traducir poesía. El ejercicio de traducción es el de pasar de una lengua a otra, pero… ¿qué es lo que pasa? El traductor mantiene en el aire lo que no pasa. La homología entre el traductor y el analista yace en muchos rasgos: en principio ambos se ofrecen la libertad de permanecer en un entre-dos.

Traducir es más que pasar de una lengua a otra. Desde una perspectiva amplia, la traducción se presenta como un ejercicio tan abarcador que acaso lo practicamos todo el tiempo sin saberlo. El lector es también traductor al llevar lo que lee a su horizonte interior y a su cultura. El espectador traduce la obra a su mundo. En los viajes suelen traducirse los hallazgos de lo nuevo a los lugares que habitamos. La música emociona cuando traduce lo que evoca. Traducimos lo otro a lo conocido, a lalangue de cada quien. Nada parece quedar fuera de estos pasajes que no sólo son pasajes de lenguas.

Ya muchos lo han dicho: un idioma es un universo. Al situarse en un entre lenguas, el traductor resalta las diferencias, al tiempo que nutre la diversidad.

“La traducción sirve pues, para poner de relieve la íntima relación que guardan los idiomas entre sí. Puede representar esta relación, realizándola.” (Walter 123).

El lazo que realiza el traductor es la invención de algo nuevo. A la vez, toda obra es traducción en tanto interpretación de otras obras, autores, palabras. Pescados por el lenguaje, queramos o no, 1omos intérpretes.

La traducción desdice la existencia de un original; tal vez porque el lenguaje es ya la traducción de los mundos y de las experiencias.

Octavio Paz así lo expresa: “Ningún texto es enteramente original, porque el lenguaje mismo, en su esencia, es ya una traducción: primero, del mundo no verbal y, después, porque cada signo y cada frase es la traducción de otro signo y de otra frase.” (Traducción: literatura y literalidad 9).

Si bien el lenguaje puede entenderse como una traducción del mundo no verbal, el psicoanálisis contempla también otra visión: el lenguaje produce lo que nombra y organiza los mundos que enuncia. Hay un poder realizador en la palabra. La fórmula de Lacan el significante representa un sujeto para otro significante puede entenderse como una traducción del poder de la palabra, traducción que a su vez puede traducirse así: el sujeto traducido/producido por el lenguaje.

En una acrobacia temporal hacia atrás, descubrimos que la fórmula de Lacan tiene su antecedente en la talking cure freudiana. Las palabras hacen cosas en el cuerpo: el síntoma se disuelve por la palabra; es lo que maravilla a Freud y lo lanza, y con él a nosotros, por un camino sin retorno. Freud reinventa y occidentaliza una relación viva entre el cuerpo y la palabra que se practica desde tiempos ancestrales en culturas y comunidades chamánicas.

El entramado de la traducción está presente en el psicoanálisis desde el inicio ya que forma parte de su invención. Los sueños, síntomas, olvidos y lapsus portan un saber que ya es escritura, traducción, interpretación… ¿de qué?  El inconsciente no está allí aguardando a ser interpretado o descubierto; es necesario pensar en el inconsciente como producción. Por ejemplo, el lapsus produce al sujeto, es el sujeto en su fugacidad.

“El lapsus, por ejemplo, no es la expresión conflictiva de un Contenido reprimido, sino la manifestación indicial positiva de un Universo que se busca, que viene a golpear a la ventana como un pájaro mágico.”(Guattari 86).

Freud escoge ajustarse a la vía de la palabra, la letra, la cifra: Desde los síntomas histéricos como la traducción de fantasías inconscientes hasta el sueño como un saber cifrado o una escritura en imágenes, pasando por las transferencias de afectos y significados, la descarga por la palabra, condensaciones y desplazamientos, polisemia del síntoma; Freud opera como lingüista y se desliza por la red móvil del lenguaje. En el trayecto surge el inconsciente como el encuentro con un nuevo astro que aún gira sobre nuestras cabezas.  Acaso la fórmula de Lacan, “el inconsciente estructurado como un lenguaje” fue en su momento la traducción lacaniana de este rasgo unario freudiano.

El psicoanálisis se inscribe en el anudamiento cuerpo/lenguaje, allí modela su práctica y su transmisión aun en su imposibilidad; pues como la traducción, imposible o no, se traduce, se analiza y se transmite.

Acaso la teoría psicoanalítica ya es la fallida traducción de una práctica intraducible desde el momento en el que cada caso horada cualquier generalidad teórica.

Leo Bersani, lector de Freud: “Quisiera sugerir que los momentos de colapso teórico en Freud son inseparables de lo que me arriesgaré a llamar “verdad psicoanalítica” (Bersani 21).

Tal vez las enseñanzas de Freud y de Lacan son traducciones posibles de un saber hacer con lo excepcional, con lo sin par, con aquello que sólo da cabida a la improvisación.

El colapso teórico es una política analítica que se ajusta a la de su práctica:  orientada por la incompletud y la falta, sus postulados no pueden ser sino inestables, móviles y fracasados de entrada. Allí, el arte del traductor es transmitir justo esa inestabilidad.

Es deseable que la política del traductor sea la de ajustarse a lo que traduce. En cuanto al traductor de psicoanálisis, la posición conveniente es la de dejarse orientar por la falla y la imposibilidad.

Si bien es una política que limita cualquier absoluto o universalización, la voluntad de saber quiere saber, la pulsión epistemofílica quiere completar la figura, de allí surge el impulso por estabilizar la teoría. En la literatura psi encontramos a menudo versiones de un psicoanálisis sistematizado en formas fijas y comprensibles; por ejemplo, los catálogos psicopatológicos o las llamadas estructuras clínicas son desafortunados intentos por traducir y fijar lo inaprensible. Algo contraindicado para el psicoanálisis. Ya en los años de 1950 Lacan arroja: “¡No comprendan!”. La comprensión está del lado del sentido, alimentar el sentido nutre los fantasmas subjetivos y sociales que proliferan sobre el fondo masoquista de Otro absoluto que goza. Veinte años después dirá que estamos “enfermos de sentido”. Matemas y fórmulas, álgebra y topología vienen al auxilio para burlar los sortilegios del lenguaje y las trampas del sentido, pues se trata de mantener la pregunta y de dar lugar al vacío.

Si el traductor se atiene a Lacan, ¿cómo traducir sin comprender?

Todo traductor tiene una elección en puerta: ¿ajustarse al sentido? ¿Al sonido? ¿A la letra?[1] Desde San Jerónimo en adelante se ha desechado la traducción de “palabra por palabra” y se aboga por una búsqueda del sentido. Es donde el traductor de psicoanálisis se ve ante un problema.

¿Debe el traductor preguntarse qué quiso decir Lacan cuando dice esto o aquello? ¿Quiso decir algo Lacan? ¿Qué dijo en lo que dijo?

La traducción comporta un pasaje de lenguas, pero no sólo…  ¿Cómo hacer pasar sus actos? Traducir a Lacan es hacer pasar sus silencios, sus golpes sobre la mesa y sus bufidos, sus tonos imperativos y burlones. Lacan interpreta (como un intérprete teatral) lo que dice: cuando habla del Otro feroz puede hacerlo con voz imperativa y vociferante; o bien si se burla sobre todo de lo que dice, lo hace con la voz aguda de una tía vieja.[2] Cuando con un silencio largo, un suspiro o un hartazgo, un golpe sobre la mesa agujerea lo que enuncia, actúa la caída de lo que dice, y con ella su propia caída. Y es que decir es hacer.[3]

Las múltiples versiones escritas de su discurso oral hablan de muchos lacanes. Cada traducción es una versión y cada versión presenta un Lacan, y luego cada lector su Lacan. Ciertamente, cada quien tiene su relación con Lacan. La transferencia del traductor con lo que traduce cuenta, es el aliento y el âlmor de su trabajo.

La infinidad de interpretaciones y traducciones también expresan lo intraducible del performance. Considero que quien se aboque a la traducción de Lacan debe verlo y escucharlo, porque el lenguaje es performativo, las palabras crean cosas y las traducciones entonces también.

Tal vez lo esencial se pesca escuchando los audios, aun cuando no comprendamos el idioma.

“Es importante cruzar la lectura y la escucha de su obra, conjugar el texto con la voz para oír cómo el psicoanalista hace vibrar la letra en su interpretación de la teoría.” (Jaeglé 119).

Lacan, performancero, orador sofista, escabullidor de la verdad, intérprete de lo que dice, actor del agujero de lo que enuncia, ¿cómo establecer una producción tan móvil e inestable? Y luego, ¿cómo traducirla? Se requiere arte para traducir un performance.

La cuestión es enorme e invita a un debate actual, pues no se puede soslayar que en los modos de transmitir y de traducir también hay una política.

Lacan abre su seminario Los escritos técnicos de Freud con una lectura crítica de la traducción de Freud al inglés y al francés. Cuando reprueba la traducción de “Wo Es war soll Ich werden”, traducido como “Donde el ello era, el yo debe advenir” y traduce “sujeto” en lugar del “yo”, desenmascara la política de una práctica que procura el predominio del yo y propone, en cambio, al sujeto como vector.

Los intraducibles neologismos de Lacan son modos de asegurar la barra de lo que en su momento fue ese tesoro de significantes que él tachó cuando se percató de que el lenguaje puede ser un Otro viral que expande la crema del sentido alimentando fantasmas subjetivos y sociales. ¿Cómo traducir su fantástico “hontologie”? ¿Cómo su poético “frérocité”? ¿Cómo traducir el título del seminario Encore cuando es leído por Lacan también como en corps? Encore es traducido como aún; en español no podemos poner el cuerpo (en corps), lo que representa un torbellino en el que se ve envuelto tanto el lenguaje como la práctica analítica. ¿Cómo traducir el acto de Lacan cuando, al escuchar “Gestapo” “se lanza como una flecha” desde el sillón para desplazar en acto la palabra “Gestapo” por geste à peau con una caricia sobre la mejilla de aquella que la profiere?[4]

El acto sólo vale en francés y es, como los neologismos y los nombres propios, intraducible.

Por mi parte, parafraseando a Pierre Soury doy la bienvenida a todas las dificultades pues los fracasos intelectuales es lo que resulta de mayor interés y lo que proporciona placer (Soury “Chaînes et nœuds”). Son los fracasos que mantienen la vivacidad del psicoanálisis y de las lenguas.

Traducir es pasar de una lengua a otra, pero…  ¿qué es lo que pasa?, ¿cuál es el objeto de ese pasaje? Acaso la función del traductor es justo la de mantener en el aire lo que no pasa. ¿Cómo se las arregla el traductor de psicoanálisis para hacer pasar lo que no pasa? Acaso como se las arreglaría el traductor de poesía.

El vértigo de traducir psicoanálisis es comparable al de traducir poesía. No es por azar que la traducción de los Escritos de Lacan haya estado a cargo del gran poeta Tomás Segovia. Tal vez sólo un poeta puede traducir a un intérprete, a un performancero, a un artista teatral e inventivo como Lacan.

“Hecha de ecos, reflejos y correspondencias entre el sonido y el sentido, la poesía es un tejido de connotaciones y, por tanto, es intraducibie. Confieso que esta idea me repugna.”(Paz, “El signo y el garabato” 69)

Igualmente sería repugnante, para las lenguas y para el psicoanálisis, dar peso a lo intraducible de este último y fijarlo en una lengua que se querría la original

Recordemos que la primera traducción de Freud al español estuvo a cargo de Luis López-Ballesteros, traductor de Nietzsche y de Herman Hesse, entre otros; y quien también tradujo a Shakespeare del inglés.[5]

La traducción de Strachey, de padre militar, fue considerada más rigurosa y científica. Tal vez fue este uno de los primeros signos del inglés como pretensión de lengua global (globish (Cassin Hay que resistirse)). Todo el mundo salió corriendo a comprar la versión en español de la Standard Edition y los 24 volúmenes se expandieron a todas las bibliotecas, no se podía pasar de ellos.

José Luis Etcheverry, traductor de la versión de James Strachey al español, así se expresa de la traducción de López-Ballesteros: “… le sobra gracia, pero le falta rigor. Y esto último es lo que hoy exige el auge de los estudios psicológicos en los países de lengua castellana… Es importante consignarlo, pues la mencionada insuficiencia de la versión de López-Ballesteros llevó a que muchos especialistas utilizaran en nuestros países la traducción inglesa.”[6]

Tal vez es la pretensión de cientificidad lo que lleva a calificar de “insuficiente” la traducción de López-Ballesteros. Un Freud cientificizado en inglés representa un entrevero político que sólo dejamos señalado. Las traducciones de la obra de Freud no fueron sin avatares, desde censuras familiares y autocensura, pasando por las políticas de grupos e instituciones. Avatares similares corren en los establecimientos y traducciones de Lacan. Estas también se han entreverado en combates y demandas jurídicas; después de todo, resulta escandaloso hacer intervenir al estado en asuntos de psicoanálisis. Ciertamente, la transmisión oral abre a unos irresolubles y sin remedios, sin embargo… Il faut faire avec…

De hecho, fue en los años de 1990 que los franceses accedieron a las obras completas de Freud en su idioma. En cuanto a Lacan… esperando encore en corps. Pero no es una espera que nos deje con los brazos cruzados. Las múltiples versiones que circulan, incluso en la misma lengua, la diversidad y los contrastes, los malos entendidos y los juegos de lengua aseguran la no garantía de hacer pasar lo impasable.

Desde sus inicios el psicoanálisis se ha orientado por las artes, la literatura y la poesía.  Recordemos también que el único premio que recibió Freud fue el Premio Goethe de Literatura, en 1930.

La traducción temprana de Freud por Lopez Ballesteros al español y publicado en España en 1922 significó que los protagonistas del movimiento surrealista (Buñuel y Dalí) pudieran leer a Freud en pleno apogeo del movimiento e incorporarlo a su producción. (Falcone).

En ese sentido, ¿cómo sopesar una mejor traducción que otra? Por su cercanía a las letras, López-Ballesteros parece ajustarse más al espíritu analítico; sobre todo si tenemos en cuenta el dato que nos desliza Rosa Falcone y que convendría indagar para mantener vivo el debate: “En la bibliografía de referencia leemos que, si bien la traducción de Lopez Ballesteros se hizo a partir de las obras completas de Freud al alemán, la de Etcheverry parte de la traducción al inglés realizada por James Strachey, aun cuando se cree que también fue consultada la edición del alemán” (Falcone).

La traducción de la traducción nos aleja de la letra, de la música, del tono y del espíritu freudiano.

¿Cómo traducir psicoanálisis? El traductor debe ser… ¿poeta?, ¿traductor de poesía?, ¿analista? ¿O debe estar loco? La libertad es la gracia que comparten estos personajes.

Encuentro una serie de rasgos comunes entre el traductor de poesía, el traductor de psicoanálisis y… el analista.

Aun en su aparente disparidad, el lugar del analista y el del traductor se revelan homólogos. La razón de tal similitud no descansa, como se ha pretendido o como tal vez todavía se pretende, en el hecho de que el analista sea algo así como un traductor del inconsciente. No hay en psicoanálisis un original a traducir ni algo previo aguardando ser traducido, descubierto o interpretado: tanto el inconsciente como el lugar del analista se producen en el dispositivo mismo y en el “manejo estético de la transferencia” (Viltard 23).

La homología entre el traductor y el analista yace en muchos otros rasgos: en principio ambos se encuentran en un entre-dos y es deseable que allí permanezcan. El traductor se encuentra en un entre dos lenguas.

La función del traductor consiste en encontrar en la lengua a la que se traduce una actitud que pueda despertar en dicha lengua un eco del original. Distinto de la obra literaria porque su actitud nunca pasa al lenguaje como tal, o sea a su totalidad, sino que se dirige sólo de manera inmediata a determinadas relaciones lingüísticas. No considera el fondo de la selva idiomática, sino que la mira desde afuera, mejor dicho, desde enfrente y sin penetrar en ella hace entrar al original en cada uno de los lugares en que eventualmente el eco puede dar, en el propio idioma, el reflejo de la obra escrita (Walter 129)

Por su parte, Bárbara Cassin, quien próxima al psicoanálisis complica el universal expresa así el “entre dos”:

“El ‘método’ para afrontar la no comprensión es no armonizar, sobre todo no hacerlo demasiado o demasiado pronto, sino trasladarse a la ‘zona de traducción’ y permanecer el máximo tiempo posible en ese in-between, entre-dos o más de dos, hasta convertirse un poco en mejores pasadores, en mejores go betweens.” (Sanz 61)

¿Cuál es el “entre dos” del analista?

En su interpretación de Hamlet, Lacan pone al analista en las palabras del ghost, el espectro del padre de Hamlet, cuando hace aparición en la recámara de la reina para apaciguar la furia de su hijo con estas palabras: “Deslízate entre ella y su alma combatiente. Háblale, Hamlet” (Lacan 40). Lacan continúa: “Este llamado es significativo –es significativo para nosotros porque es de eso de lo que se trata–, de intervenir between her and her, ese es nuestro trabajo… Este llamado está dirigido al analista” (Lacan 40).

Lacan sugiere un combate intra subjetivo y la intromisión del analista en ese combate. ¿De qué naturaleza es la lucha “… entre ella y su alma combatiente”?  Es con lo que se las ve el analista: un combate del sujeto con su “alma”.[7] No es otra cosa la división subjetiva. Lacan comienza el llamado “grafo del deseo” a propósito de Hamlet. La primera fórmula que escribe en el grafo es S<>a, que en esta ocasión se puede leer o traducir: el analista entrometido en el sujeto como su causa. Acaso el grafo mismo es una traducción posible del drama de Shakespeare.

Las cosas se entreveran, porque el lenguaje es entreverado. Lo cierto es que ambos, analista y traductor, se mantienen en equilibrio en un entre dos; el resguardo de ese equilibrio hace a la esencia de su función.

El traductor hace del imposible de traducir el agente de su ejercicio. Si existe una ética del traductor tal vez sería la de resguardar la libertad de entregarse a un entre dos y mantenerse allí en equilibrio.

… la traducción es más que comunicación. Ese núcleo esencial puede calificarse con más                    exactitud diciendo que es lo que hay en una obra de intraducible… siempre permanecerá                    intangible la parte que persigue el trabajo del auténtico traductor. Esta no es transmisible                  como sucede con la palabra del autor en el original…(Benjamín 128)

La libertad de entrega en el traductor es la misma libertad que se ofrece el analista: es necesario un vaciamiento de sí, des-ser, para permanecer en el entre dos.

“El sentido se halla mucho mejor servido por la libertad sin trabas de los malos traductores, incluso con daño para la literatura y el lenguaje” (Walter 132).

En concordancia con Benjamin, el pensador, poeta y traductor Alfonso Reyes lo expresa así:

“(…) Y cuando ya no sabemos cómo traducir algo, hay que entregarse un poco al instinto” (Reyes, del capitulo “De la traducción”).

Pienso en la distinción entre la traducción de López-Ballesteros y la de Strachey, y la de Etcheverry al interior de ellas.

El traductor como el analista se toman la libertad de dejarse penetrar por otro paisaje en la abstinencia de buscar algo de entrada.

Walter Benjamin cita a Rudolf Pannwitz: “… nuestras versiones (de la traducción) parten de un principio falso, pues quieren convertir en alemán lo griego, indio o inglés en vez de dar forma griega, india o inglesa al alemán… El error fundamental del traductor es que se aferra al estado fortuito de su lengua, en vez de permitir que la extranjera lo sacuda con violencia” (Walter 135).

Como decía Jean Oury respecto del lugar del analista: “Para acoger a alguien, hay que adecuarse: uno siente todo eso. No es por intuición, es directo. No es “visible” tampoco, pero es del sentir. Uno participa” (Oury 58).

El traductor no se mete en una lengua buscando algo de entrada, no busca brillar en metáforas o en neologismos, se borra para que brille el original. En el modo de borrarse, el traductor hace brillar a su vez el texto que produce.

“La verdadera traducción es transparente, no cubre el original, no le hace sombra, sino que deja caer en toda su plenitud sobre éste el lenguaje puro, como fortalecido por su mediación.” (Walter 133).

El European Journal of Psychoanalysis se interna en nuestra lengua, la impregna de su estilo a la vez que se deja penetrar por ella. Un riesgo a celebrar porque la traducción a otro idioma no sólo entraña una transformación recíproca de las lenguas, sino que además mantiene la vivacidad del debate y desmonta la idea de Una lengua de formato global para todos. Tratándose de un journal de psicoanálisis, lanzarse a la traducción es mantener lo intraducible como agente. Un riesgo que conmociona no sólo al EJP, sino también al psicoanálisis y a las lenguas mismas.

Obras citadas:

Allouch, Jean. Lettre pour lettre. Transcrire, traduire, translitérer. Édition Ères, 1984.

 

Austin, John L. Cómo hacer cosas con palabras (1962). Paidós, 2018.

 

Benjamin, Walter. Ensayos escogidos. “La tarea del traductor” (1923). Ediciones Coyoacán, 2006

 

Bersani, Leo.  El cuerpo freudiano. Psicoanálisis y arte (1986). Ediciones Literales / El Cuenco de Plata, 2011.

 

Cassin, Barbara. Jacques le Sophiste. Lacan, logos et psychanalyse. Epel, 2012.

—. Elogio a la traducción. Complicar el universal. El cuenco de plata, 2020.

—. (2022, April 5). Hay que resistirse a la globalización de las lenguas. Unesco.

https://courier.unesco.org/es/articles/barbara-cassin-hay-que-resistirse-la-globalizacion-de-las-lenguas

 

Falcone, Rosa. “Homenaje. 80 aniversario del fallecimiento de Sigmund Freud”. Buenos Aires, UBA, 2019. https://www.psi.uba.ar/institucional/historia/archivo_historico_freud/freud_traducciones.pdf

 

Felman, Soshana. El escándalo del cuerpo hablante (1990). Ed. Artefactos, 2012.

 

Guattari, Félix. Caosmosis (1992). Manantial, 2010.

 

Hommel, Suzanne. En entrevista : Gestapo / geste à peau : una historia de la práctica de Lacan. https://www.youtube.com/watch?v=ai6zzNoVkJU&ab_channel=RedPsicoanal%C3%ADticadeAtenci%C3%B3n

 

Jaeglé, Claude. Retrato silencioso de Jacques Lacan (2010). Ed. Nueva Visión, 2011.

 

Lacan, Jacques. Le désir et son interprétation, 1958-59. Versión de l´Association Freudienne Internationnale. https://ecole-lacanienne.net/bibliolacan/stenotypies-version-j-l-et-non-j-l/

 

Oury, Jean. Creación y esquizofrenia. Casillas & Figueroa ediciones, 2011.

 

Paz, Octavio. Traducción, literatura y literalidad. Tusquets, 1971.

—. El signo y el garabato. Joaquín Mortiz, 1992.

 

Reyes, Alfonso. Obras Completas, vol. XXV, Fondo de Cultura Económica, 1991.

 

Sanz, Juan Maria Diez. en Revista de filosofía, no. 18, Valencia, en relación con el libro de Barbara Cassin, 2020.

 

Soury, Pierre. Chaînes et nœuds. Editores: Michel Thomé y Christian Léger, 1986.

 

Viltard, Mayette. “La conflagration de la honte”, L´Unebévue. Revue de psychanalyse, no. 24, Hontologies queer. L´unebévue éditeur, 2007.

Notas al final:

[1] Ver Allouch, Jean. Lettre pour lettre. Transcrire, traduire, translitérer. Édition Ères, 1984. Letra por letra. Traducir, transcribir, transliterar.

 

[2] Ver Jaeglé, Claude. Retrato silencioso de Jacques Lacan, Ed. Nueva Visión, 2011.

 

[3] Ver Felman, Soshana, El escándalo del cuerpo hablante, Ed. Artefactos, 2012. Ver también Austin, John L., Cómo hacer cosas con palabras, Paidós, 2018. Ver Cassin, Barbara, Jacques le Sophiste. Lacan, logos et psychanalyse, Epel, 2012.

 

[4] Ver www.youtube.com/watch v=ai6zzNoVkJU&ab_channel=RedPsicoanal%C3%ADticadeAtenci%C3%B3n

 

[5] Ver: Falcone, Rosa. “Homenaje. 80 aniversario del fallecimiento de Sigmund Freud”. Buenos Aires, UBA, 2019. https://www.psi.uba.ar/institucional/historia/archivo_historico_freud/freud_traducciones.pdf

 

[6] 1611, Revista de la historia de la traducción, no. 2. Se reproducen unos pequeños fragmentos del principio («Introducción» y «I: Horizontes del texto freudiano») y el final («Apéndice») del volumen Sobre la versión castellana que acompañó las Obras completas de Sigmund Freud, publicadas por la editorial Amorrortu (1981) bajo la dirección de José Luis Etcheverry. Universidad Autónoma de Barcelona, 2008.

www.traduccionliteraria.org/1611/esc/modernidad/version.htm

 

[7] Este combate ya era anunciado por Freud en los términos binarios de su momento: conflicto entre el deseo y la defensa, por ejemplo.

Biografía:

Originaria de Buenos Aires, reside en la Ciudad de México donde practica el psicoanálisis desde 1989. Miembro de la École lacanienne de psychanalyse.  Profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Licenciatura y Posgrado de Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras (desde 1991). Profesora en diversas maestrías en pedagogía, cultura, género y psicoanálisis en la Ciudad de México y en otros estados. Colaboradora del Programa Universitario de Estudios de Género (UNAM). Autora de casi doscientos artículos sobre psicoanálisis, pedagogía, estéticas y feminismos, publicados en medios diversos, tanto en México como en el extranjero. Co-autora de varios libros. Miembro del comité de redacción de las revistas Desatinos (Colombia) y Superflux (París). Conferencista en múltiples eventos en México y en otros países. Directora, guionista y actriz de cinco-puestas en escena presentadas en distintos foros: “El Cuadro” (2009, Aula magna de Psicología UNAM); “¿Quién no es Hamlet?” (2010, Aula magna de Filosofía y Letras, UNAM); “Macbeth, brebajes feminicidas” (2011, Colegio de la Frontera Norte, Ciudad-Juárez); “Las transmutaciones de Ofelia” (2015, Teatro de Aubervilliers, París, con motivo de los 80 años del filósofo Alain Badiou, y en Costa Rica); “Impromptu. Lacan en Vincennes” (2018, Centro Cultural Universitario de Tlatelolco y otros recintos de la Ciudad de México con motivo del 50 aniversario de la matanza estudiantil de 1968. Concernida por los debates vigentes, actualmente imparte un taller titulado &quot;El psicoanálisis interrogado por los feminismos… y viceversa”.

Fecha de publicación :

6 de febrero, 2023

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